×

Debit/Credit Payment

Credit/Debit/Bank Transfer

Embajadores e Intercesores

por: Terry Mason, Director Asistente de Desarrollo Internacional

(Abir Sultan/wikiflicker.com)

Nos encontramos en momentos de la historia mundial cuando la confrontación entre las fuerzas del bien y del mal, entre la luz y las tinieblas, es más pronunciada que nunca. Recientemente, el Instituto para la Economía y la Paz publicó su anual Índice de Paz Global. Concluyó lo siguiente: “El mundo es un lugar cada vez más peligroso.” Según sus hallazgos, de los 195 países en el mundo, sólo diez (el 5%) están actualmente libres de conflicto. Según sus factores para medir la carencia de paz global, el conflicto mundial aumentó tanto en 2015 como en 2016. Eso no nos debe sorprender. Los capítulos 11 y 12 de Daniel describen las dificultades y las ansiedades que acompañarán el final de los tiempos. En el evangelio de Mateo 24:4-13, leemos las mismas advertencias cuando Yeshúa (Jesús) dijo que habrá guerras y rumores de guerra, peores desastres naturales y mayor anarquía. Claramente, la Biblia nos dice que todas esas cosas ocurrirán con mayor frecuencia a medida que el final de los siglos se aproxima.

La batalla gira principalmente en torno a valores morales. Individuos, familias y naciones deben escoger por cuál lado de esta batalla cósmica se encontrarán. Cada día somos enfrentados con decisiones. Nuestras respuestas a esas decisiones reflejarán en dónde yace nuestra fidelidad, sea de un lado o del otro. En todo caso, esta batalla espiritual es tan antigua como la humanidad misma. Un lado defiende los valores morales dados al mundo por el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Han sido llamados a ser luz a las naciones y una bendición para todos los pueblos, demostrando la bendición y paz que resultan de seguir las instrucciones amorosas de Dios. El otro lado niega la existencia de Dios y camina contrario a Sus estándares morales. Sus adherentes no se preocupan por el pobre, abusan de los débiles y proclaman que su poder les otorga el derecho de hacer lo que ellos quieran. Esa actitud a menudo se describe como el espíritu de Amalec.

A medida que el mundo se vuelve cada vez más caótico, ¿cómo debemos responder las personas de fe? La Biblia, la Palabra Santa de Dios, tiene mucho que enseñarnos respecto a este antiguo conflicto cósmico. Muchos de nuestros personajes bíblicos favoritos se encontraron en esa misma batalla. El rey David no era ignorante del conflicto de las edades, y sus escritos en el libro de los Salmos contienen muchas enseñanzas para los judíos y cristianos sobre dicha batalla.

(MstudioG/shutterstock.com)

David Nekrutman, Director Ejecutivo del Centro para la Comprensión y Cooperación Judío-Cristiana, enseña que si uno realmente quiere saber lo que el pueblo judío cree, debe estudiar su Sidur, o el libro de oraciones judías. Observará que sus oraciones son mayormente tomadas de los Salmos. Eruditos cristianos nos dicen que los Escritos de los Apóstoles (Nuevo Testamento) también contienen sobre 100 citas de los Salmos. La relevancia de esos bellos versos para cada nueva generación es lo que los hace trascender el tiempo.

Un ejemplo es el Salmo 2. Veamos lo que podemos aprender sobre este salmo y cómo lo podemos aplicar a nuestras vidas hoy día, especialmente a la luz de la creciente batalla entre el bien y el mal en este mundo.

Salmo 2

¿Quién escribió el Salmo 2? Tanto el Salmo 1 como el 2 comienzan su narrativa sin un título ni adjudicación de autoría. Sólo podemos hacer conjeturas sobre su autoría y la fecha en que se escribieron. Por lo general, las primeras dos secciones del libro de los Salmos (capítulos 1-72) incluyeron un título y el nombre del autor. De hecho, 38 de los 41 salmos en la primera sección se atribuyen directamente a David. ¿Podemos asumir que el compilador de los salmos entendía que este era un salmo de David? El rabino Pesaj Wollicki, Director Asociado del Centro para la Comprensión y Cooperación Judío-Cristiana, enseña que cuando algo que normalmente se encuentra en el texto bíblico es omitido, debemos preguntar la razón para ello. Desafortunadamente, en este caso, es imposible saber la razón. Sin embargo, los judíos siempre lo han considerado como compuesto por David, y existe evidencia de que los primeros autores y líderes cristianos tenían la misma opinión: “…unánimes alzaron la voz a Dios y dijeron: ‘Oh, Señor, Tú eres el que HICISTE EL CIELO Y LA TIERRA, EL MAR Y TODO LO QUE EN ELLOS HAY’, el que por el Espíritu Santo, por boca de nuestro padre David, Tu siervo, dijiste: ‘¿POR QUE SE ENFURECIERON LOS GENTILES, Y LOS PUEBLOS TRAMARON COSAS VANAS?’ (Hechos 4:24-25).

Por otro lado, la mayoría de los comentaristas judíos y cristianos concuerdan que el Salmo 2 es mesiánico. Podemos ver referencias a este Salmo en cuatro lugares de los Escritos de los Apóstoles (Hechos 4:25, 13:33; Hebreos 1:5 y 5:5). Aunque los versos pudiesen referirse a David, dichos autores dicen que también se refieren al Mesías. Por ejemplo, cuando las naciones vecinas fueron dadas a David, eran sólo un pequeño número de naciones que le servían. Por eso podemos alegar que el Salmo 2, probablemente compuesto por el rey David, tiene su pleno cumplimiento en el Mesías.

Salmo 2 en la Actualidad

(Ryan Rodrick Beiler/shutterstock.com)

El Salmo 2 comienza diciendo: “¿Por qué se sublevan las naciones, y los pueblos traman cosas vanas? Se levantan los reyes de la tierra, y los gobernantes traman unidos contra el SEÑOR y contra Su Ungido…” (vs. 1-2). Algo parecido lo pudiéramos leer en los periódicos del día, y describe lo que continuamente hacen las Naciones Unidas, la Unión Europea y muchas otras naciones contra Israel. Hay un renovado esfuerzo por la mayoría de las naciones mundiales por deslegitimar los derechos para la existencia de Israel. Hay una mentalidad renuente en aceptar al Dios de Israel y Su soberanía sobre la Tierra que Él escogió como Suya propia.

Además de las consideraciones físicas y políticas contra Israel, opino que finalmente las naciones se sublevarán y tramarán juntos contra el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Ya se oponen a Su gobierno sobre este mundo y los pueblos. Lo niegan como Creador y niegan Su autoridad para darles mandamientos, aunque sean por su propio bien. El verso 3 describe su meta en común: ¡Rompamos Sus cadenas y echemos de nosotros Sus cuerdas!”

(jsp/shutterstock.com)

El contexto histórico del salmo es probablemente una referencia a los planes de los filisteos por anular su pacto con David y las recién unificadas tribus de Israel. Pero también tiene un significado más amplio. El comentario de los tehilim (salmos) por Artscroll Tanach Series incluye una interpretación del rabino Samson Raphael Hirsch, uno de los principales eruditos de la Torá (Génesis a Deuteronomio) del siglo 19, quien dijo: “El yugo del ungido de Dios también recae sólidamente sobre los cuellos de las naciones gentiles. El moser (מוסר), la cuerda del Mesías, es el musar, la auto-disciplina moral que este enseña, inhibiendo así los deseos desenfrenados de la humanidad y enyugando al hombre con responsabilidades. Dichas limitaciones son repugnantes para las naciones que ansían librar su conciencia de cualquier inhibición.” Ciertamente, si Dios es Rey Creador, entonces tiene el derecho de darnos Sus instrucciones. Estas producen vida y plenitud en los individuos y las sociedades que le aman, pero los que niegan a Dios se rebelan contra ellas.

En el Salmo 2 vemos a otras personas que hablan. ¿Quiénes son? El salmista había comenzado el discurso en el primer verso como narrador. Entonces en el verso 6, Dios pronuncia un decreto: Pero Yo mismo he consagrado a Mi Rey sobre Sion, Mi santo monte.” El narrador nuevamente habla: “Ciertamente anunciaré el decreto del SEÑOR que me dijo…” (v. 7a). Luego, El que hizo el decreto continúa diciendo: “…‘Mi Hijo eres Tú, Yo Te he engendrado hoy. Pídeme, y Te daré las naciones como herencia Tuya, y como posesión Tuya los confines de la tierra. Tú los quebrantarás con vara de hierro; los desmenuzarás como vaso de alfarero’” (versos 7b-9). ¿Ve usted por qué es tan importante conocer quiénes son los que hablan en este salmo? Si fuera David, podría estar refiriéndose a sí mismo en el verso 7 como el personaje referido en el decreto.

(Peshkova/shutterstock.com)

Sin embargo, como otros tantos pasajes proféticos, el “decreto” puede interpretarse en varios niveles. Podría referirse tanto a David o a su descendiente, el Mesías que habría de venir. Algunos piensan que el “decreto” se refiere a la promesa hecha por Dios en 2 Samuel 7:14, donde Dios habló a David acerca de su descendiente: “Yo seré padre para él y él será hijo para Mí.” Esa promesa, en su contexto original, tiene varios niveles de interpretación: “Cuando tus días se cumplan y reposes con tus padres, levantaré a tu descendiente después de ti, el cual saldrá de tus entrañas, y estableceré su reino. El edificará casa a Mi nombre, y Yo estableceré el trono de su reino para siempre. Yo seré padre para él y él será hijo para Mí. Cuando cometa iniquidad, lo castigaré con vara de hombres y con azotes de hijos de hombres, pero Mi misericordia no se apartará de él, como la aparté de Saúl a quien quité de delante de ti. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre delante de Mí; tu trono será establecido para siempre” (2 Sam. 7:12-16). Algunas partes evidentemente se refieren a su hijo Salomón como heredero inmediato de David al trono, pero otros aspectos sólo pueden referirse al Mesías, el futuro descendiente del rey David.

En el verso 8, Dios dice: “Pídeme, y Te daré las naciones como herencia Tuya, y como posesión Tuya los confines de la tierra.” ¡Qué promesa maravillosa! ¡Qué palabra tan confortante! ¿Pero a quién le hizo esa promesa? ¿Es relevante para nosotros hoy día? La comunidad cristiana frecuentemente tiende a leer un verso y apropiarlo para sí mismo. Eso no es necesariamente malo, pero debemos recordar que el texto original fue dado en cierto contexto para cierto individuo o grupo. Por ejemplo, Jeremías 29:11 dice: “‘Porque Yo sé los planes que tengo para ustedes,’ declara el SEÑOR ‘planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza.’” Aunque Dios originalmente dijo eso a Judá por medio de Su profeta, también es cierto que, en Su omnisciencia, Dios sabe los planes que tiene para cada uno de Sus hijos en cada generación. Yo opino que el Salmo 2:8 es relevante para nosotros hoy día en ese mismo modo. Comienza diciendo: “Pídeme…” La implicación es que si la persona que es instalada como rey en el Monte de Sion en verso 6 no obedece la orden de pedir, entonces no recibirá las naciones como su herencia. Es un mandato claro para que presente su petición, ¿pero a qué se refiere realmente? La palabra hebrea usada aquí es shaal (שאל), que significa “preguntar,” pero también implica “pedir.”  

Comprendiendo Nuestra Responsabilidad

(Nick Biemans/shutterstock.com)

Dios desea que Su pueblo, tanto judío como cristiano, sea luz a las naciones, llevando un conocimiento fidedigno sobre Sus instrucciones dadas al mundo, según expresadas en las Escrituras. En Éxodo 19:5-6, Dios dice: Ahora pues, si en verdad escuchan Mi voz y guardan Mi pacto, serán Mi especial tesoro entre todos los pueblos, porque Mía es toda la tierra. Ustedes serán para Mí un reino de sacerdotes y una nación santa.’ Estas son las palabras que dirás a los Israelitas. Por medio del profeta Isaías, Dios también les dijo: “‘Ustedes son Mis testigos,’ declara el SEÑOR, ‘y Mi siervo a quien he escogido…’ (Isa. 43:10). En los Escritos Apostólicos, Pedro amplía el sentido de ese pasaje para incluir a todos los que son del pueblo de Dios en Yeshúa, diciendo: Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anuncien las virtudes de Aquél que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Ustedes en otro tiempo no eran pueblo, pero ahora son el pueblo de Dios; no habían recibido misericordia, pero ahora han recibido misericordia. Amados, les ruego como a extranjeros y peregrinos, que se abstengan de las pasiones carnales que combaten contra el alma. Mantengan entre los Gentiles una conducta irreprochable, a fin de que en aquello que les calumnian como malhechores, ellos, por razón de las buenas obras de ustedes, al considerarlas, glorifiquen a Dios en el día de la visitación (1 Pedro 2:9-12).

Por lo tanto, debemos ser testigos y embajadores de Dios. El rabino Jonathan Sacks dice: “Cuando los judíos son fieles a su misión, cuando viven y dirigen e inspiran a otros, siendo judíos, el nombre de Dios es exaltado. Ninguna nación ha recibido una responsabilidad tan grande y crucial como esta. Y también significa que cada uno de nosotros tenemos una responsabilidad en esa tarea.” Nosotros los cristianos, siendo creyentes en el Dios de Israel y quienes nos hemos identificado con el Israel de Dios, adquirimos esa misma responsabilidad de ser embajadores de Dios. Yeshúa dijo: Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de una vasija (un almud), sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos (Mat. 5:14-16).

A medida que damos a conocer el verdadero Dios por medio de nuestras vidas y enseñamos sobre Su compasión y justicia moral, las naciones del mundo también podrán entrar en una relación correcta con Él. A la larga, los que se oponen a Su autoridad algún día tendrán que admitir que la verdadera bendición proviene de conocer al único Dios y de vivir según Sus principios. El Salmo 126:2 nos recuerda la manera en que las naciones responderán cuando vean que Dios nos bendice mientras andemos en Sus caminos: “…Entonces dijeron entre las naciones: ‘Grandes cosas ha hecho el SEÑOR con ellos.’

Nuestra Respuesta

(Suzanne Tucker/shutterstock.com)

Nosotros reconocemos al Dios de Abraham, Isaac y Jacob como Rey soberano de este mundo que creó, y somos responsables por adelantar Su reino. Debemos vivir vidas ejemplares que brillen ante los demás. También debemos actuar en respuesta al Salmo 2:8, intercediendo por las naciones.

El espíritu de Amalec es fuerte en el que rehúsa reconocer a Dios. Sin embargo, Yeshúa nos enseñó, diciendo: “Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O qué hombre hay entre ustedes que si su hijo le pide pan, le dará una piedra, o si le pide un pescado, le dará una serpiente? Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que Le piden?” (Mat. 7:7-11, énfasis añadido).

La palabra griega usada en el verso 7 por “pedir” es aiteo. En general, significa pedir, rogar, clamar, procurar, desear. Implica exigir algo que se le debe. Nosotros, como seguidores de Dios, intentamos difundir Su reino en este mundo, y tenemos el derecho de pedir por las naciones como nuestra herencia. Yo podría también decir que Dios espera que le pidamos, y si no se lo hacemos, no cumplimos con Su mandato. Sabemos que es la voluntad de Dios que toda la humanidad ande en Sus caminos y sea bendecida. Cuando intercedemos por las naciones, oramos en contra del espíritu de Amalec, y podemos tener la confianza de que oramos según la voluntad de Dios.

En Santiago 4:2, dice: “…No tienen, porque no piden. Muchas culturas tienen frases populares similares sobre esta verdad de “pedir.” Por ejemplo, en la nación Sotho de Sudáfrica se dice: “El bebé que rehúsa llorar morirá de hambre sobre la espalda de su mamá.” Los ingleses dicen: “Muchas cosas son desaprovechadas por no pedir.” Un proverbio de Azerbaiyán dice: “No es vergüenza el no saber algo, pero es vergüenza el no pedir.” Y en Japón, dicen: “Pedir es una vergüenza temporera; el no pedir es una eterna.”

Juan nos recuerda: Esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que Le hemos hecho (1 Jn. 5:14-15).

Su Palabra nos dice que a la postre, “todos los términos de la tierra se acordarán y se volverán al SEÑOR, y todas las familias de las naciones adorarán delante de Ti.  Porque del SEÑOR es el reino, y Él gobierna las naciones” (Sal. 22:27-28). ¡Qué gran reto y bendición! Por medio de nuestras vidas y nuestra intercesión, podemos influenciar el resultado de esta batalla cósmica.

Dios promete que Él finalmente derrotará al espíritu de Amalec en este mundo y cumplirá los versos en el Salmo 22:27-28, haciendo que todos los pueblos lo reconozcan y le adoren. Pero también espera que hagamos nuestra parte. Dios dijo: “…Yo borraré por completo la memoria de Amalec de debajo del cielo.” Él dijo que Él lo haría. Luego, en Deuteronomio 25:19, Dios ordena a los israelitas que lo hagan: “Por tanto, cuando el SEÑOR tu Dios te haya dado descanso de todos tus enemigos alrededor, en la tierra que el SEÑOR tu Dios te da en heredad para poseerla, borrarás de debajo del cielo la memoria de Amalec; no lo olvides.” Pero en los versos anteriores les había advirtido: “Acuérdate de lo que te hizo Amalec en el camino cuando saliste de Egipto…” (Deut. 25:17). El rabino Shlomo Riskin pregunta: ¿Cómo puede Dios ordenar al pueblo judío que se acuerde de las acciones de Amalec y que también borre su memoria? Él propone que no es por medio de la aniquilación, sino por medio de la conversión. Si Israel logra que los amalecitas anden en compasión y rectitud moral, seguirán al verdadero Dios. Entonces la memoria de su previa acción contra Dios sería completamente borrada y olvidada.

(Christin Lola/shutterstock.com)

Dios escogió al pueblo judío para que fuese Su especial tesoro entre las naciones del mundo. Los escogió por la razón que describe en Su Palabra: “Y Yo lo he escogido para que mande a sus hijos y a su casa después de él que guarden el camino del SEÑOR, haciendo justicia y juicio, para que el SEÑOR cumpla en Abraham todo lo que Él ha dicho acerca de él” (Gén. 18:19). Les ordenó que fuesen un reino de sacerdotes y nación santa, y que bendigan a todas las familias de la tierra (Gén. 12:3), reflejando de esa manera el carácter de Dios. Si usted cree en el Dios de Israel y se ha comprometido a unirse en esta misión de transformar al mundo, entonces debe vivir una vida que refleje la gloria de Dios y debe interceder por las naciones.

Ya conocemos cómo todo terminará: Dios cumplirá Su redención final, sujetando todo en una relación correcta con Él. Pero la manera en que hemos de llegar a ese momento depende de nosotros y de nuestra disposición por participar activamente para hacer que Su Reino se convierta en una realidad.

 

Traducido por Teri S. Riddering,
Coordinadora Centro de Recursos Hispanos

[Bajar Estudio en Formato PDF]

Bibliografía

Búsqueda Estudios de Israel

  • Orden

Recent Posts

Explore