por: Rvda. Cheryl Hauer, Vicepresidenta Internacional
Vivamos donde vivamos, hay belleza. Puede que tengamos que buscarla, pero está ahí. Dios ha hecho todo apropiado a su tiempo, nos dice Eclesiastés 3:11. El susurro del viento, la voz de un amigo, el canto de los pájaros por la mañana: Él ha hecho todas las cosas bellas. Los cielos proclaman la gloria de Dios, dice el Salmista, y el firmamento anuncia la obra de Sus manos (Sal. 19:1). ¿Qué hay más hermoso que el azul del cielo veraniego; ¿o el cielo nocturno, negro como el terciopelo y salpicado de diez mil lucientes estrellas? ¿Y qué decir de Su orden? También ahí hay belleza, la belleza de Su fidelidad y de nuestra confianza; y la miríada de cosas que suceden sólo porque Él lo dice. El sol sale y se pone, la lluvia llega, la gente se enamora.
Dondequiera que residamos, vivimos en un mundo lleno de la majestuosidad y maravilla del Dios que lo creó todo; un mundo ordenado con tiempos y estaciones que nos recuerdan cada día que Él vive y cuida de Su universo. Entonces ¿por qué, suponen ustedes, vivimos en lo que se ha venido en llamar la “Era de la Ansiedad”? Nuestros hijos son unos de los más ansiosos en la historia; y estudios recientes realizados por la Universidad de Alberta en Canadá indican que el 50% de los miembros de la Generación del Milenio sufren de ansiedad y depresión. Con la Generación Z, el porcentaje se eleva a un 75%; y en todo el mundo, desde Australia hasta Gran Bretaña, y desde América Latina hasta Japón, las estadísticas se mantienen bastante constantes. En la mayoría de esos países, el 20% al 30% de la población en general experimentan los mismos problemas.
La mayoría de los que tenemos más de 40 años tuvimos padres o abuelos que vivieron la Segunda Guerra Mundial y algunos la Gran Depresión. Se les educó para ser personas fuertes que supieran “valerse por sí mismas” y superar las situaciones más difíciles. Y a nosotros nos educaron de igual manera. Ellos esperaban que fuéramos independientes, una definición de lo que era ser autónomo, no necesitar ayuda o depender de otros. A los 18 años, se esperaba que saliéramos a valernos por nosotros mismos, que trabajáramos con dedicación y fuéramos exitosos.
La falta de ese espíritu independiente se consideraba debilidad. La dependencia significaba estar influenciado o subyugado a los demás. Si no éramos autosuficientes, eso significaba que éramos incapaces de valernos por nosotros mismos; y los hijos que no podían “valerse por sí mismos” eran una vergüenza.
Esta cosmovisión creó un gran dilema para muchos de nosotros al llegar a ser creyentes. La independencia fue tan inculcada que el concepto de entregárselo todo al Señor y vivir en total dependencia de Él parecía casi imposible. Esa lucha interna creó la atmósfera perfecta para un círculo vicioso de preocupación: “Sé que no puedo hacerlo; pero creo que debo hacerlo. Creo que Él puede hacerlo. Sé que debo dejarle; pero…”. Aunque la Biblia nos dice claramente que la preocupación no puede añadir ni una sola hora a nuestras vidas (Mt. 6:27), seguíamos luchando sin reconocer que nuestra preocupación era el fruto de la incredulidad. Si insistía en que yo era capaz de hacer lo que fuera, estaba dando a entender que Dios no podía. “Yo haré esto” significaba que Dios no lo haría. Si yo era el responsable, Dios no lo era. Si yo era quien sabía cómo debía hacerse, entonces Dios no lo sabía. Después de todo, ¿no nos enseñaron que, si quieres que algo se haga bien, debes hacerlo tú mismo?
Así como la preocupación es fruto de la incredulidad, el fruto de la preocupación es la ansiedad. La ansiedad es esa sensación incómoda de incertidumbre o agitación que puede convertirse muy rápidamente en una especie de “una gigante bola de nieve” que envuelve todo en su camino, alimentándose sobre todo del miedo y temor. La Biblia habla a menudo del tema. El Rey David confiesa su ansiedad varias veces, y en el Salmo 94:19 afirma que, “mis inquietudes se multiplican dentro de mí“. En el Salmo 139:23, ora: “Escudríñame, oh, Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes“. Pero en todos los casos, su confesión va seguida de entrega.
La ansiedad y la depresión son plagas frente a la sociedad moderna. Para aquellos que tienen más de cuarenta años, a menudo estos problemas se alimentan de la incapacidad de entregarse al Señor, para verdaderamente confiar en Él, para depender de Él. Pero tal vez los adolescentes y los jóvenes-adultos de hoy se encuentran en el extremo opuesto del espectro. Los expertos creen que muchos padres de hoy no les han dado a sus hijos las herramientas que necesitan para ser autosuficientes o vivir vidas independientes. Tal vez ambas caras de la moneda han coincidido en los mismos problemas —sólo hay una respuesta para ambos casos—.
En Mateo 13:1-23, Jesús (Yeshúa) cuenta la historia de cuatro semillas diferentes que representan a cuatro tipos de personas en Su Reino. El tercer tipo de persona es representada por la semilla que fue ahogada por los “afanes de este mundo“. ¡Este pobre hombre se preocupó por salir del Reino de Dios! Su preocupación por los afanes del mundo impidió que la palabra de Dios se estableciera firmemente en su corazón y en su vida. Cuanto más se centraba en el mundo que le rodeaba, preocupándose constantemente, más ansioso se volvía. Cuanto más se llenaba su corazón de ansiedad, menos espacio había para las palabras vivificantes del Señor. Evidentemente, no es un asunto que deba tomarse a la ligera. Cuánto más feliz habría sido si hubiera internalizado las palabras del apóstol en 1 Pedro 5:7: “Echando toda su ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de ustedes.” —o cualquiera de las casi 400 veces que la Biblia nos exhorta a no temer, preocuparnos o inquietarnos—.
Una de las más hermosas de esas amonestaciones se encuentra en Mateo 6:25-34.
<<Por eso les digo, no se preocupen por su vida, qué comerán o qué beberán; ni por su cuerpo, qué vestirán. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa? Miren las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas? ¿Quién de ustedes, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida? Y por la ropa, ¿por qué se preocupan? Observen cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan. Pero les digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si Dios así viste la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará Él mucho más por ustedes, hombres de poca fe? Por tanto, no se preocupen, diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿qué beberemos?” o “¿con qué nos vestiremos?”. Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que el Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por tanto, no se preocupen por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástenle a cada día sus propios problemas>>.
Cuando Jesús enunció esas palabras, la nación de Israel estaba bajo la dominación romana. La vida era muy difícil. La libertad religiosa estaba limitada y abundaban las crucifixiones. Había mucho de qué preocuparse. Pero con estas hermosas palabras, Jesús animó a sus seguidores a renunciar a todas sus ansiedades.
Empezó por la vida misma. ¿Por qué te preocupas por tu vida? La vida es mucho más que comida o ropa. Tu vida es algo bello y milagroso, consignado a ser disfrutado dentro de una relación con el Dios que te ama. Y no es realmente tuya. Como todo lo demás, es un regalo. Tú no la creaste, y no puedes mantenerla. Él te la dio, no para que la despilfarres en miedos y preocupaciones, sino para que la aprecies y la disfrutes, caminando con Él en gozosa entrega.
Luego Jesús habló de nuestro valor. Se calcula que hoy en día hay más de 11,000 especies de aves en la tierra. Dios creó cada una de ellas y las cuida fielmente. ¿Cuánto más cuidará de ti, que no eres sólo una hermosa criatura emplumada, sino alguien que lleva su imagen? En la Torá (Gn-Dt) se prohíbe a los israelitas hacer imágenes. A diferencia de sus vecinos paganos, no debían crear una semejanza de la deidad. ¿Por qué? Porque Él ya la había creado: la humanidad. Su semejanza no debía ser de piedra sin vida, sino una imagen viva, que respirara, capaz de alegría y amor, risa, bondad, pasión y confianza. Tú eres esa imagen, elegida para llevar Su semejanza a un mundo que necesita desesperadamente Su amor. Confía en que para Él no hay nada más valioso que tu vida, y haz caso al Salmo 55:22: “Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará; Él nunca permitirá que el justo sea sacudido“.
Hay muchos motivos para no preocuparse. Los expertos dicen que requiere mucha energía. Incluso quema calorías, ¡aunque no creo que sea el mejor plan para adelgazar! Pero causa estragos en nuestra salud. Los médicos nos dicen que se sospecha que la preocupación es la causa de un sinfín de problemas de salud, como enfermedades cardiacas, cáncer, úlceras, trastornos por estrés y enfermedades mentales.
Pero lo más importante es que ignora las constantes demostraciones de fidelidad de Dios. Él nos cuida sin descanso, y lo que ha hecho, lo seguirá haciendo. Nuestro pasaje de Mateo 6 hablaba de las flores, y en ningún lugar de la tierra hay un lugar mejor para apreciar ese ejemplo que en Israel. Durante los meses de primavera, el país resplandece de color cuando la tierra se cubre de hermosas flores de toda forma y tamaño, flores que florecen cada año, previsiblemente como el amanecer, porque Él cuida de ellas. Cada flor, cada pétalo grita: “¡No te preocupes! Él nos cuida. Ciertamente Él cuidará de ti.”
Es cierto que vivimos en un mundo de profunda belleza. Pero también es cierto que, como el antiguo Israel, tenemos mucho por lo cual preocuparnos —si así lo elegimos—. La mejor opción sería confiar. Por supuesto, todo el mundo vive de algún tipo de confianza, incluso el ateo. Confiamos en que podremos volver a respirar, en que si le damos al interruptor la luz se encenderá, si pulsamos al botón en el auto, arrancará, si ponemos un pie delante del otro, caminaremos. Así que la cuestión no es si confiaremos o no, sino en quién. ¿Nos centraremos en el mundo que nos rodea, dejando que sus preocupaciones nos hundan en la inquietud y la ansiedad? ¿O veremos en el mundo que nos rodea la fidelidad de Dios? ¿Dejaremos de intentar hacerlo nosotros mismos y de preocuparnos porque no podemos? El antídoto contra la ansiedad del mundo es la confianza en el Dios del Universo y en Su soberanía. Ni una de esas aves, ni un pétalo de una de esas flores cae al suelo sin que Él se dé cuenta. A Él no le sorprenden las guerras y los rumores de guerras que se difunden en las noticias ni la incertidumbre económica que sacude a las naciones. Él conoce cada una de tus necesidades y deseos. Él te ve y te escucha. Entregarse a Él; depender de Él no es un signo de debilidad. Es la única y verdadera fuerza.
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“Anxiety Disorders in Children.” NHSInform. https://www.nhsinform.scot/illnesses-and-conditions/mental-health/anxiety-disorders-in-children
“Anxiety in Teenagers.” ReachOut. https://parents.au.reachout.com/common-concerns/mental-health/anxiety-and-teenagers
“Independent.” Merriam-Webster. https://www.merriam-webster.com/dictionary/independent
McMaster, G. “Millennials and Gen Z Are More Anxious than Previous Generations: Here’s Why.” University of Alberta. https://www.ualberta.ca/folio/2020/01/millennials-and-gen-z-are-more-anxious-than-previous-generations-heres-why.html
Puiu, T. “How Many Birds Are There in the World?” ZMEScience. https://www.zmescience.com/feature-post/natural-sciences/animals/birds/how-many-birds-are-there-in-the-world/
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