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La luz vencerá las tinieblas

por: Rvdo. Peter Fast, Presidente Ejecutivo Internacional

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¿Qué es la luz? En esencia, la luz es la ausencia de oscuridad. La luz es una cosa, una fuente, pero se hace perceptible por su acción de alejar la oscuridad, las tinieblas. En la literatura clásica la luz se asocia a menudo con la verdad, la sabiduría, la corrección, la moralidad, la justicia y la ética. La oscuridad en cambio, se equipara al mal, la maldad, la lascivia, la corrupción, la muerte, y el juicio. El bien contra el mal; el orden contra el caos. La Biblia tiene mucho que decir sobre la luz y las tinieblas. En pocas palabras, Dios es comparado con la luz. El fuego es también un fuerte símbolo bíblico, tanto por la presencia y la naturaleza de Dios, como por Su juicio.

Dios se le apareció a Abraham como un horno humeante y una antorcha encendida (Gn 15), para cimentar Su pacto incondicional con el padre de los judíos y sus descendientes —basado en el propio carácter de Dios— pasando Él entre las mitades de los animales. Siglos más tarde, Dios condujo a los hijos de Israel por el desierto, como una columna de nube de día y una columna de fuego por la noche (Éx 13:21). Luego descendió con fuego sobre el monte Sinaí (Éx 19:18) en un acto de gracia y amor inquebrantable (hb. jésed); para confirmar Su pacto con Israel, al dar Su Torá (instrucciones, contenidas en Gn-Dt) a la nación.

Dios también usó el fuego para mostrar que sólo Él, es Dios y no puede ser tomado a la ligera. Recordemos el fuego de Dios que consumió a Nadab y Abiú cuando ofrecieron fuego extraño (Lev 10:1-2) o el espectáculo del Monte Carmelo entre Elías y los profetas de Baal (1 Rey 18:38-40). Dios envió fuego del cielo y puso fin a la contienda, con el juicio y la ejecución de los 400 profetas de Baal. También está Apocalipsis 11:5, un prometedor pasaje del Nuevo Testamento que ofrece una visión del fin de los tiempos. La imagen de los dos testigos, enviados por Dios para predicar arrepentimiento, y que destruyesen a sus enemigos con fuego que sale de sus bocas.

Para alguien plantado en la Palabra de Dios, la luz expondrá las tinieblas.

Del Génesis al Apocalipsis

Génesis 1 comienza con Dios creando el mundo y haciendo retroceder la oscuridad (hb. jóshej) “sobre la superficie del abismo” (v. 2), que cubría un mundo vacío y sin forma. Rompiendo este caos, Dios llamó entonces la luz (hb. or) para que apareciera. Esta imagen está cargada de significado. Esta luz procedía de la fuente que es Dios, ya que la fuente que nosotros conocemos como luz, es el sol; pero éste aún no había sido creado. Or, es especial en el sentido de que señala el tiempo en forma lineal en el que Dios colocó Sus moedím (tiempos señalados o fiestas), para que Su pueblo se reuniese con Él.

El patrón de la luz, continúa por toda la Biblia y en la historia judía. La menorah (candelabro de siete brazos) que iluminaba el Templo; o la historia de Jánuca (Fiesta de la Luz) en la que el candelabro arde milagrosamente durante ocho días, hasta que otra porción de aceite sagrado pudo ser provisto. En ambos casos, la luz y la llama se entrelazan con temas como: Dios es quien ilumina nuestro mundo o el triunfo del bien sobre el mal. El fuego representaba la presencia de Dios; la llama eterna y Su morada en medio de Su pueblo. “Porque el Señor tu Dios es fuego consumidor; un Dios celoso” (Dt 4:24). Para los cristianos pensar en la luz suscita las palabras de Jesús (Yeshúa), en Juan 8:12b, que dicen: “Yo soy la Luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la Luz de la vida”.

Los Salmos están llenos de imágenes de luz. Podemos consolarnos en Dios y en Su Palabra que son una luz en nuestras vidas; especialmente durante estos oscuros días, en los que el mal se arremolina aparentemente sin control. El Salmo 18:28 dice: “Tú enciendes mi lámpara, oh Señor; Mi Dios que alumbra mis tinieblas”. El Salmo 27:1 dice “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién tendré temor?”. El Salmo 112:4 declara: “Luz resplandece en las tinieblas para el que es recto; Él es clemente y compasivo y justo”. La Palabra de Dios también es vista como una antorcha: “Lámpara es a mis pies Tu palabra, y luz para mi camino” (Sal 119:105).

El Salmo 139:11-12 revela un giro interesante: “Si dijera yo: ‘Ciertamente las tinieblas me envolverán, y la luz a mi alrededor será noche»; ni aun las tinieblas son oscuras para Ti, y la noche brilla como el día. Las tinieblas y la luz son iguales para Ti”.

Aunque a veces nos sintamos abrumados por la oscuridad y la fatiga que esta produce y conlleva, Dios no está confinado a sufrir los efectos de las tinieblas. De hecho, Su naturaleza las penetra. Él no puede estar abrumado ni puede ser conquistado por la oscuridad. Por el contrario, Su supremacía y soberanía esencialmente contrarrestan cualquier forma de oscuridad, de modo que ésta no tenga ningún efecto, ¡en lo absoluto!

En el Nuevo Testamento el tema de la luz y las tinieblas es una constante. Desde Mateo hasta Apocalipsis, el simbolismo de la luz es esa verdad a la que servimos a un Dios eterno, que en Él hay perfección, santidad y pureza; todas estas características transmitidas por la interpretación hebraica de “luz y fuego” plasmada en el Tanaj (Gn-Mal).

Mateo 6:22-23 afirma: “La lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Así que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande será la oscuridad!”  Leído junto con el versículo siguiente, la analogía es que no se puede servir a dos amos. En este contexto, se trata de Dios (luz) o de la riqueza (tinieblas). 1 Pedro 2:9b declara que los creyentes han sido llamados “de las tinieblas a la luz admirable de Dios”. 1 Juan 1:5b afirma: “Dios es Luz, y en Él no hay ninguna tiniebla”. Juan también advierte: “El que dice que está en la Luz y aborrece a su hermano, está aún en tinieblas” (1 Juan 2:9).

Pablo advirtió a los creyentes de Corinto: “Por tanto, no juzguen antes de tiempo, sino esperen hasta que el Señor venga, el cual sacará a la luz las cosas ocultas en las tinieblas y también pondrá de manifiesto los designios de los corazones. Entonces cada uno recibirá de parte de Dios la alabanza que le corresponda” (1 Cor 4:5). En su segunda carta a los Corintios, Pablo les recordó que tuvieran cuidado con los “falsos apóstoles” y los “obreros fraudulentos” cuyo disfraz y engaño procedían del mal y a menudo, disfrazados de luz. “Y no es de extrañar, pues aun Satanás se disfraza de ángel de luz” (2 Cor 11:14).

Detectar y discernir el mal a veces puede ser complicado, pero para alguien cimentado en la Palabra de Dios, la luz desenmascarará las tinieblas. “Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él de día y de noche, para que cuides de hacer conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y tendrás éxito” (Jos 1:8).

Buscadores de la luz

El 7 de octubre de 2023 (Sábado Negro)

El amar y seguir a Dios significan que debemos ser buscadores de la luz. No nos comprometemos para dar pasos hacia la oscuridad. Nosotros no basamos nuestra fe en lo que es popular sino en la Palabra de Dios y en Su naturaleza santa; en Su decisión de guardar fielmente el pacto con Israel y con nosotros.

Una de las experiencias más aleccionadoras sobre la oscuridad y la maldad que he tenido en mi vida, que jamás hube presenciado antes, ocurrió el 7 de octubre de 2023. Ese día, todo el infierno fue desatado cuando Hamás, la organización terrorista que gobierna la Franja de Gaza, atacó a Israel en ‘Simjat Torá’ (El Regocijo de la Palabra de Dios). En ese día —mientras mi familia se adentraba en un refugio antiaéreo junto con el resto de Israel porque miles de cohetes estaban cayendo sobre comunidades, suburbios y ciudades— más de 1,200 personas en Israel fueron brutalmente asesinadas en la forma más demoníaca, tortuosa, y sanguinaria, que uno pudiera imaginar. Además, 240 personas, incluidos bebés, niños pequeños, adolescentes y ancianos; fueron secuestrados y arrastrados a la Franja de Gaza como cautivos.

El 7 de octubre se desató una guerra contra Hamás, que continúa aún mientras estoy escribiendo esta carta de enseñanza. Este infame ataque también ha desatado una cadena mundial de odio. Manifestaciones deplorables en contra de los judíos e Israel, en todo el mundo. Aunque el antisemitismo ha existido desde que Dios estableció Su pacto con Abraham y sus descendientes, en esta ocasión, se ha sentido diferente.

El odio hacia el pueblo judío late a un nivel que nunca había yo experimentado. Se podría argumentar que la descarada, animosidad y hostilidad en las redes sociales, los medios de comunicación y los campus universitarios han empeorado en los últimos años, pero ahora, las cosas parecen estar desbordándose. El odio a los judíos abunda en las calles de Nueva York, París, Londres, Toronto, y otras ciudades importantes del mundo, de una manera aterradora. La oscuridad está tratando de tragarse estas ciudades enteras. La gente grita: “¡Denles gas a los judíos nuevamente!” [expresión vulgar, como sucedió durante el Holocausto]. En Sydney, Australia y en la Universidad de Nueva York, los estudiantes judíos se vieron forzados a atrincherarse en la biblioteca, aterrorizados por las turbas hirvientes que estaban ‘aclamando’ por su sangre. En Los Ángeles, un alborotador pro palestino golpeó a un anciano judío en la cabeza con un megáfono durante un mitin en apoyo a Israel. Más tarde el anciano judío sucumbió a causa de sus heridas.

Las banderas de Israel son quemadas o derribadas del mástil en la sede de las Naciones Unidas, mientras que las banderas de Hamás e Jizbolá ondean orgullosamente. Un aproximado de 300,000 personas marcharon recientemente en Londres, pululando a las orillas del río Támesis y rodeando el palacio de Westminster, llevando horribles carteles antisemitas y cantando el slogan antiisraelí: “Desde el río (el Río Jordán) hasta el mar (el Mediterráneo), ¡Palestina será libre!”. Este es un grito de guerra que está invitando a asesinar a todos los judíos y destruir el Estado de Israel.

En mi vida, repetidamente he escuchado: “¿Cómo es posible que tantos cristianos permanecieron en silencio durante el Holocausto?” o “¿Por qué la Iglesia no hizo más para ayudar a los judíos durante los años 30’s y 40’s?. Por décadas muchos se han declarado solidarios con el pueblo judío diciendo: “¡Nunca más!” pero en estos días, he visto cómo gran parte de la Iglesia occidental ha optado por la autocensura; dando opiniones personales y abrazando la excusa de: “Debemos mantenernos neutrales”. La sombría realidad de esta excusa de `neutralidad´ es que, enfrentada por el mal es reducida a una insignificante expresión, imposibilitada de causar algún cambio. Escoger la neutralidad cuando hemos sido llamados a levantarnos a favor de la verdad, hace que la luz se apague. La neutralidad apaga la luz; se convierte en enemigo del llamado a la acción justa y permite el allanamiento del camino, para que la oscuridad crezca. La `mayoría silenciosa´ no hizo nada para detener y frenar el ascenso de la Alemania Nazi y ahora no hará nada por reducir el fomento al odio, de la mafia antiisraelí y del barbarismo de Hamás. La neutralidad sólo invita a Hamás a comprometerse en más ataques como el del 7 de octubre. Ellos mismos lo declaran con orgullo que seguirán haciendo de Israel su objetivo para el futuro. Una cita atribuida a Edmund Burke, aunque en disputa, suena cierta en estos días: “¡Lo único necesario para que el mal triunfe es que los hombres buenos no hagan nada!

Puentes para la Paz donó cuatro refugios antiaéreos a una comunidad en el sur para resguardar a los civiles.

No podemos ser neutrales ante el mal. ¿Será Dios neutral? ¡No!

Él se opone al mal y promete destruirlo. ¡Sí! Debemos oponernos, luchar y ponernos firmes de pie ante esta horrenda realidad. Y no es un llamado a la anarquía ni a rebajarnos al nivel de los enemigos de Dios (Sal 83). Debemos buscar la verdad y la justicia —según los estándares de Dios— y vivirla.

Debemos ser una luz dondequiera que vayamos. Y recordemos que la luz también toma la ofensiva para disipar la oscuridad. Una persona neutral es una persona retraída, enana, que permite que su luz vaya menguando; que sufriendo indefinición, no se monta en el barco y esconde la cabeza como el avestruz, mientras el mundo a su alrededor está incendiándose.

Estoy orgulloso de apoyar a Puentes para la Paz en nuestra experiencia práctica de buscar la luz, vertiendo amor en las vidas destrozadas de israelíes, trayendo salud y sanidad. Estoy orgulloso de contarme entre los millones de cristianos en todo el mundo que apoyan a Israel porque quieren amar lo que Dios ama. Estoy orgulloso de estar junto a los cristianos que reconocen el mal y levantan su voz, fuerte y firme para contrarrestar el odio a los judíos. Estoy orgulloso de estar junto a los cristianos que calculan el costo y viven cada aspecto de su fe, en lugar de engañarse a sí mismos con la farsa de: “Todo pasará” o “No es mi lucha”. Estoy orgulloso de estar de pie con cristianos que se unen a sus hermanos y hermanas judíos delante de la gente que les escupe y los maldice. Necesitamos hacer retroceder la oscuridad. Debemos comprender los planes de Dios y unirnos a estos, al inquebrantable propósito que Él tiene para Israel, porque éstos están entrelazados con el llamado de Dios a nuestras vidas. ¡Sigamos siendo buscadores de la luz!

¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!” (Is 5:20).

¡“Nunca más” es AHORA!

 “¡Lo único necesario para que el mal triunfe

es que los hombres buenos no hagan nada!

                                                                                                                  —Edmund Burke

 

Traducido por Chuy González – Voluntario en Puentes para la Paz

 

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