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La conexión entre Moisés y Elías

por: Rvda. Rebecca J. Brimmer, Presidenta Ejecutiva Internacional

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Cuando mencionamos a Moisés y Elías, la mayoría de los cristianos recordamos la transfiguración de Jesús (Yeshúa). Leemos el relato en Mateo 17:2-3: “Delante de ellos se transfiguró; y Su rostro resplandeció como el sol y Sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías hablando con Él”. ¿Qué tienen en común Moisés y Elías? Ambos fueron tomados por Dios de maneras interesantes. Elías ascendió al cielo en un carro de fuego, mientras que Moisés murió sin que nadie más que Dios estuviera presente. Ambos profetas fueron usados por Dios en formas milagrosas para mostrar Su poder. Y ambos profetas tuvieron que lidiar con un pueblo rebelde que al menos incursionaba en la idolatría.

En el mundo judío, Moisés es considerado el mayor profeta con Elías en segundo lugar. ¡Discúlpenme: Isaías, Ezequiel y Daniel!

En el plan de lectura semanal de la Torá (Gn-Dt) y la Haftará (parte de los Profetas leída junto con la correspondiente porción semanal de la Torá), hay una conexión entre el relato de Moisés cuando trató con la idolatría en el incidente del becerro de oro y la confrontación de Elías contra los profetas de Baal.

El becerro de oro

Encontramos el relato del becerro de oro en Éxodo 32. Mientras Moisés subía a la montaña para encontrarse con Dios, el pueblo presionaba a Aarón para que les hiciera un becerro de oro para adorarlo. ¡Qué pronto se volvieron a la idolatría! Cuando Moisés bajó de la montaña, traía las dos tablas escritas por Dios con los Diez Mandamientos. Es irónico que las diez cosas más importantes que Dios tenía que decir comenzaban con: «Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre. No tendrás otros dioses delante de Mí. No te harás ningún ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás. Porque Yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso…» (Éx 20:2-5a).

Moisés regresó de un intenso encuentro espiritual con Dios a un escenario de idolatría. El Señor ya sabía lo que estaba pasando y envió a Moisés al monte para que se ocupara de ello. En Éxodo 32:19, leemos que la ira de Moisés se encendió. Arrojó las tablas al suelo, rompiéndolas. Luego tomó el becerro, lo molió hasta convertirlo en polvo, esparció el polvo sobre el agua y dio a beber a los israelitas. Llamó a los que aún eran leales al Señor para que se unieran a él y luego les ordenó que mataran a los ofensores. Tres mil hombres fueron derribados. Entonces Moisés llamó al pueblo al arrepentimiento antes de ir al Señor a confesar lo que había sucedido. En el versículo 33, leemos: “Y el Señor dijo a Moisés: «Al que haya pecado contra Mí, lo borraré de Mi libro»”. ¡Así es como el Señor odia la idolatría!

Dos capítulos más adelante leemos: “Entonces Dios contestó: «Voy a hacer un pacto. Delante de todo tu pueblo haré maravillas que no se han hecho en toda la tierra ni en ninguna de las naciones. Y todo el pueblo en medio del cual habitas verá la obra del Señor, porque es cosa temible la que haré por medio de ti. Observa lo que te mando hoy: Voy a echar de delante de ti a los amorreos, a los cananeos, a los hititas, a los ferezeos, a los heveos y a los jebuseos. Cuídate de no hacer pacto con los habitantes de la tierra adonde vas, no sea que esto se convierta en tropezadero en medio de ti. Ustedes derribarán sus altares, quebrarán sus pilares sagrados y cortarán sus Aseras. No adorarás a ningún otro dios, ya que el Señor, cuyo nombre es Celoso, es Dios celoso. No hagas pacto con los habitantes de aquella tierra, no sea que cuando ellos se prostituyan con sus dioses y les ofrezcan sacrificios, alguien te invite y comas de su sacrificio»” (Éx 34:10-15, énfasis agregado).

Hay algunos temas importantes en estos versículos. Primero: no hagas otros pactos; ya tienes uno con el Dios de Israel. Segundo: observa Sus mandamientos; Dios hará milagros; y verás la obra del Señor.

La conexión con Elías

En la misma semana que el mundo judío lee el relato del becerro de oro, también lee 1 Reyes 18. Claramente, estos pasajes fueron elegidos para ser leídos juntos debido a las correlaciones que encontramos. En la época de Elías, vemos una situación en la que el pueblo adoraba a otros dioses, ignorando su pacto con el Dios de Israel. Dios se refiere a esto en términos fuertes, llamándolo “prostitución”. Así como Moisés y Dios tuvieron que responder a la idolatría en el campamento del desierto, también Elías y Dios tuvieron que responder a la idolatría más adelante.

Elías era un personaje increíble. El profeta Malaquías habla de él, diciendo: “Estoy por enviarles al profeta Elías antes que llegue el día del Señor, día grande y terrible” (Mal 4:5 NVI). Tanto judíos como cristianos reconocemos esto como una referencia mesiánica. Jesús (Yeshúa) identificó a Juan el Bautista como quien cumplió esta profecía, mientras que el pueblo judío aún espera a Elías y al Mesías. En Pésaj, se pone un lugar en cada mesa para Elías y alguien incluso va a la puerta para ver si él está ahí esperando entrar. Tradicionalmente también hay una silla reservada para Elías en un brit milah (circuncisión), porque Elías es considerado el profeta del brit (pacto).

La historia de Elías

El Rey Acab estaba casado con Jezabel, que vino de un país vecino. Ella trajo sus ídolos, así como muchos sacerdotes de Baal y Asera. Era una celosa defensora de sus dioses, y muchos en Israel la siguieron en la adoración de estos ídolos. Dios estaba enojado.

En Su ira, Dios envió una sequía sobre la tierra por tres años. Este fue un castigo terrible. La sequía significaba dificultad para cultivar alimentos, mientras que la falta de alimentos significaba hambruna. La Escritura nos dice que esta hambruna fue severa. El hombre y la bestia sufrían por igual. Después de tres años, Dios le dijo a Elías que se reuniera con Acab, después de lo cual Dios enviaría lluvia. Acab saludó a Elías con un apodo descriptivo: “perturbador de Israel” (1 Rey 18:17). Elías no se intimidó, sino que respondió con una refutación: “Yo no he perturbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, porque ustedes han abandonado los mandamientos del Señor y han seguido a los Baales” (1 Rey 18:18b).

Entonces Elías lanzó un desafío: una competencia entre los 450 profetas de Baal y el Dios de Israel, que se llevaría a cabo a la vista de todo Israel. Acab aceptó y envió un mensaje a todos los hijos de Israel. Todos se reunieron en el Monte Carmelo, donde el profeta se dirigió a ellos con una severa advertencia: “Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: «¿Hasta cuándo vacilarán entre dos opiniones? Si el Señor es Dios, síganlo; y si Baal, síganlo a él». Pero el pueblo no le respondió ni una palabra” (1 Rey 18:21).

Los profetas paganos pasaron todo el día tratando de que sus “dioses” enviaran fuego para quemar su sacrificio. El día casi había terminado cuando llegó el turno de Elías. El profeta de Dios hizo que el desafío fuera aún más difícil al hacer que se derramara agua sobre el sacrificio y en una zanja alrededor del altar. ¡Qué difícil debe haber sido para las personas que estaban experimentando sequía! Entonces Elías oró. Mi padre solía preguntarle a la gente cuánto tiempo tomaba una oración para hacer descender fuego del cielo. Probémoslo. Lee 1 Reyes 18:36-37 en voz alta y toma el tiempo. Lo he hecho antes. Toma unos 25 segundos. La respuesta es que cuando tienes una conexión de por vida con Dios como la tuvo Elías, la duración de la oración no es tan importante. Elías había obedecido fielmente a Dios, seguido Sus mandamientos y tenía una relación con Él. Estaba actuando bajo el poder de Dios.

Elementos de la oración de Elías (1 Reyes 18:36-37)

Primero: Elías identificó quién es Dios: YHVH, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob; sus padres o antepasados. Este era el Dios del pacto, y al mencionar a los patriarcas, Elías les recordaba ese pacto. YHVH es el nombre de cuatro letras de Dios, que se encuentran a lo largo de las Escrituras. La mayoría de las traducciones lo sustituyen por Señor.

Segundo: Elías identificó sobre quién gobernaba Dios, llamándolo el Dios de Israel. Esta es una declaración de territorio. Israel es la tierra de Dios. En los días de Elías, esto era importante. Todos los territorios circundantes tenían dioses adjuntos a los que la gente adoraba. Al conectar a Dios con Israel, Elías enfatizó a sus oyentes que los dioses que Jezabel trajo consigo no eran locales. Era un recordatorio de que Israel ya estaba en pacto con el Dios de Israel.

Tercero: Elías enfatizó su propia identidad y se definió como siervo de Dios.

Cuarto: Elías aclaró la autoridad bajo la cual servía, diciendo, “en Tu Palabra”. Esta fue una declaración de que Dios estaba dirigiendo el espectáculo y que Elías, como siervo de Dios, estaba siguiendo las instrucciones del Todopoderoso.

Quinto: Elías hace una petición y es sencilla, “Escúchame, oh Señor, escúchame”.

Sexto: Elías comparte el propósito de la oración: “Para que este pueblo sepa que Tú eres el Señor Dios, y que has vuelto a Ti su corazón”.

Esto nos lleva de regreso a los temas identificados en Éxodo 34:10-15: no hagas otros pactos; observa Sus mandamientos; Dios hará milagros; y veremos la obra del Señor.

Así como Moisés enfatizó la importancia de no hacer otros pactos, también lo hizo Elías. Así como Moisés señaló la importancia de observar los mandamientos de Dios, Elías le dijo a Israel que “lo siguiera” mientras desafiaba al pueblo a elegir entre los dioses falsos y el único Dios verdadero (1 Rey 18:21).

En el pasaje de Éxodo, Dios prometió hacer milagros, y en el encuentro de Elías con los sacerdotes de Baal, vemos que ocurre un milagro.

El propósito del milagro fue ver la obra del Señor, ver quién es Dios y entender que Él está obrando.

¿Cuál es la conclusión de la historia? “Cuando todo el pueblo lo vio, se postraron sobre su rostro y dijeron: «El Señor, Él es Dios; el Señor, Él es Dios»” (1 Rey 18:39).

Hay una similitud más. Los profetas de Baal fueron asesinados por orden de Elías, así como los idólatras que adoraban al becerro de oro fueron asesinados por orden de Moisés. Dios toma la idolatría en serio. Solo después de que se resolvió la idolatría, la bendición de la lluvia descendió una vez más sobre la tierra.

Hoy, Dios no ha cambiado. Todavía desea toda nuestra atención. Todavía es un Dios celoso. Podríamos decir que no somos culpables de idolatría hoy, pero ¿es así como Dios lo ve? Según el diccionario de Oxford, la idolatría es la admiración extrema, el amor o la reverencia por algo o alguien. Recientemente escuché sobre un predicador que desafió a su audiencia sobre sus teléfonos celulares, diciendo que se estaban convirtiendo en ídolos. La gente pasó al frente, colocando sus teléfonos celulares en el altar. Yo no adoro mi teléfono, pero admito que paso mucho tiempo en mis dispositivos computarizados.

Si somos culpables de poner algo o alguien antes que Dios, puede ser un ídolo. Él nos está llamando a recordar el pacto, a recordar Su Palabra, a pasar tiempo de calidad con Él y a ponerlo en primer lugar. Él quiere que vivamos a Su manera, observando Sus mandamientos. ¿Quieres ver milagros? ¿Quieres ver a Dios obrando en tu vida? Echa otro vistazo a lo que Dios está buscando. Él quiere que digamos: “El Señor, Él es Dios; el Señor, Él es Dios” (1 Rey 18:39b). Él quiere que las naciones vean que Él es Dios mientras obra milagros en la vida de Israel y en la vida de todos Sus seguidores.

 

Traducido por Raquel González – Coordinadora Centro de Recursos Hispanos
Revisado por Robin Orack – Voluntaria en Puentes para la Paz

 

Crédito de la foto: Haz clic en la foto para ver el crédito de la foto.

 

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