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Cuestionando a Dios

por: Rvdo. Nathan Williams, Director de Marketing y Comunicaciones

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LA VIDA PUEDE SER DURA. Solo tenemos que mirar hacia atrás, a estos dos últimos años de vida en el planeta Tierra, y darnos cuenta de que las circunstancias de este mundo pueden abrumarnos. Enfermedad, pérdida de seres queridos, incertidumbre, el dolor y la opresión vendrán inevitablemente sobre nosotros mientras navegamos por este mundo caído. Como creyentes en Jesús (Yeshúa), no se nos promete una vida libre de problemas. Al contrario, tenemos la seguridad de que la vida puede resultar difícil para nosotros. Sin embargo, estamos seguros que no debemos preocuparnos por la adversidad que enfrentamos, ya que Jesús venció al mundo (Juan 16:33).

Mientras intentamos en nuestro limitado entendimiento humano reconciliar los aspectos omnipotentes, omnipresentes y omniscientes del carácter de Dios, nos encontramos buscando respuestas para algunas de las preguntas más difíciles de la vida. A menudo clamamos al Señor por sabiduría y poder comprender nuestras circunstancias y eventos que nos tienen desconcertados. La pregunta fundamental es: ¿Si no recibiésemos una explicación para cada terrible experiencia, seríamos capaces de continuar sosteniéndonos con nuestra fe en el Señor?

Nacido de esta manera

Según un reciente estudio en el Reino Unido compilado por el psicólogo infantil, Dr. Sam Wass, los niños hacen un promedio de 73 preguntas por día. Cuando el estudio analizó específicamente al grupo de cuatro años, la cantidad diaria de preguntas se disparó a 200-300 preguntas por día. De hecho, el estudio concluye que a los padres se les hacen más preguntas por hora, que a los maestros, médicos y enfermeras de la escuela primaria, juntos. Es probable que cada uno de nosotros recordemos aquel momento en la escuela, en el que nos enseñaron las cinco importantes preguntas: ¿quién, qué, dónde, cuándo y por qué? Estas preguntas clave fomentan el pensamiento crítico y nos ayudan a comprender cada situación y el contexto de ellas.

Esto explica que no se trata de un comportamiento enseñado y aprendido. En base a este estudio podemos reconocer, que es un deseo innato el tener una explicación para cada circunstancia que se manifieste, y es parte dentro del desarrollo durante la primera infancia. Preguntar ¿por qué? expresa el deseo de comprender el mundo que nos rodea; y la comprensión provocada por una pregunta respondida, aumenta nuestra seguridad y confianza. La capacidad de hacer preguntas es una parte importante en el desarrollo infantil y un proceso de aprendizaje, que se prolonga a todo lo largo de nuestras vidas. Hacemos preguntas porque carecemos de la información que necesitamos, así de simple. Preguntas como: ¿Qué hora es? Las utilizamos como rompehielos al entrar en nuevos entornos sociales, y también como iniciadores de conversaciones. Algunas preguntas tienen respuestas definitivas, mientras que otras preguntas son más difíciles de responder.

Preguntas difíciles de la vida

«¿Cómo estás?» es una pregunta tan simple y arraigada en nuestras interacciones sociales; pero puede ser una pregunta realmente difícil de responder. Esta pregunta puede ser un desafío y evaluar primero los motivos del autor de la pregunta es importante antes de intentar contestarla. ¿Esta persona realmente quiere saber cómo estoy, o simplemente está siendo educada? Es entonces cuando tenemos que decidir si respondemos con sinceridad o con una simple perogrullada. Como cristianos hay una presión tácita a veces, cuando no podemos decir que estamos teniendo un mal día; como si nuestra negatividad de alguna manera desacreditara el cuidado y la provisión de Dios para nosotros. Esta presión es aún más intensa cuando se trata de cuestionar o intentar comprender las pruebas y tribulaciones de la vida, que estamos pasando. Después de todo, Dios es omnipotente, omnipresente y omnisciente —por lo que nuestra expectativa es que Él responda honestamente a todas las preguntas difíciles de la vida—.

Este deseo no es exclusivo de los cristianos de hoy en día, sino que se remonta al comienzo de nuestra fe. «Los héroes de la fe le hacían preguntas a Dios», escribe el Rabino Lord Jonathan Sacks, «y cuanto mayor es el profeta, más difícil es la pregunta. Abraham preguntó: “¿No hará justicia el juez de toda la tierra?”; Moisés preguntó: “Oh Señor, ¿por qué has traído calamidades a este pueblo?”; Jeremías dijo: “Justo eres Tú, oh Señor, cuando a Ti presento mi causa; en verdad, asuntos de justicia voy a discutir contigo. ¿Por qué prospera el camino de los impíos y viven en paz todos los que obran con perfidia?”». Estas son de hecho, algunas de las preguntas difíciles de la vida.

El libro de Job es una asombrosa exposición del hombre tratando de comprender el problema del sufrimiento humano. Es un libro de preguntas hechas por un humano durante el momento más difícil de su vida, y de este, tratando de encontrar respuestas desde una perspectiva humana sobre ¿por qué le están sucediendo estas cosas terribles? Job lucha con una de las preguntas más difíciles que pudiéramos hacer: ¿Por qué sufren los justos? Inicialmente, después de la pérdida de riquezas y la muerte de sus hijos, Job muestra una notable resistencia. “El Señor dio, y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor” (Job 1:21b). Sin embargo, el sufrimiento de Job no termina ahí y a medida que los meses de vivir en agonía con una enfermedad repugnante se suman a su pérdida, su determinación comienza a debilitarse.

En el capítulo tres, Job comienza a preguntar ¿por qué? y lo hace siete veces en ese capítulo. ¿Por qué, se pregunta Job, debe mantenérsele con vida para lo que se calificaría como una muerte en vida? Job y sus amigos evocan una teología errónea de que el sufrimiento es el resultado del pecado personal; y si no es así, entonces el problema debe estar en el Señor; que Su justicia divina no está siendo administrada de manera justa. Job declara: “La tierra es entregada en manos de los impíos. Él cubre el rostro de sus jueces; si no es Él, ¿entonces quién será?” (Job 9:24). Job alega que seguramente Dios le ha dado la espalda a la iniquidad de los impíos, ya que parecen prosperar, y si estas injusticias no son culpa del Señor, ¿quién más puede ser considerado responsable?

Gam Zu le’Tovah

Gam zu le’tovah’ es una expresión hebrea que se traduce aproximadamente como ‘esto también es para bien’. ‘Esto’ se refiere a la prueba o sufrimiento que está soportando una persona. En el pensamiento judío, es la idea de que aunque no entendamos por qué nos suceden cosas malas, podemos confiar en que incluso las cosas negativas suceden, según la voluntad de Dios. Es una perspectiva que pretende ser reconfortante; la idea de que no tenemos la perspectiva completa cuando nos golpea la miseria; y que debemos confiar en que todos los eventos, ya sean buenos o malos, al final resultarán para bien. Pero, ¿podrá sonar esto cierto, incluso frente a una pérdida terrible?

En sus memorias, La Bendición de un Corazón Roto, Sherri Mandell, amiga de Puentes para la Paz desde hace mucho tiempo, escribe sobre la horrible pérdida de su hijo, Koby, y la larga trayectoria hacia recibir sanidad y luz para continuar viviendo. Koby y su amigo Yosef, faltaron a la escuela un día para irse de excursión al desierto de Judea. Un día después, sus cuerpos brutalmente asesinados, fueron encontrados en una cueva. «¿Por qué fue Koby a quien les sucedió; el elegido para este suceso? ¿Por qué a nosotros?», escribe Mandell. «Incluso Job, el hombre justo, no pudo contenerse y cuestionó a Dios; criticando su sufrimiento». Es comprensible que Mandell reconociera que le costaba mucho aceptar el concepto de ´gam zu le’tovah´, a la luz de su grave pérdida. «Tener a tu hijo apedreado hasta la muerte por terroristas palestinos, no parece el tipo de cosas a las que se puede decir: ‘Gam zu le’tovah’. Nunca diré que la muerte de mi hijo es buena … aunque tengo que creer que Dios tiene un plan, incluso si este plan, nos lastima».

El Rabino Eliezer Parkoff afirma que si nosotros, como los primeros tres amigos de Job, simplemente miramos las cosas intelectualmente, corremos el riesgo de crear una teología sesgada y argumentar un caso defectuoso contra Dios. En nuestro razonamiento intelectual, estaríamos perdiendo una dimensión del argumento: «En última instancia, lo que se requiere de nosotros es la fe simple», escribe el Rabino Parkoff. «Sí, se nos anima a usar nuestras mentes al máximo para comprender de la manera mas completa. Debemos responsabilizarnos de abordar esos problemas, con el pensamiento más profundo posible. Sin embargo, el fundamento más sólido para nuestro entendimiento debe ser, una ‘emuná’ (fe)». Y esta fue la misma conclusión a la que llegó Mandell: «Tengo que creer que Dios tiene un plan».

¿Es pecado cuestionar a Dios?

Cuestionar a Dios no es malo en sí mismo. Encontramos un excelente ejemplo de esta lucha de cuestionar la providencia de Dios, en el libro de Habacuc, quien profetizó de la destrucción venidera de Judá, a manos de los babilonios; y quiso saber ¿por qué? el Señor usaría una nación malvada como Babilonia, para castigar a Judá. (Hab 1:12-17). De manera bastante temeraria, Habacuc exige una respuesta de Dios (Hab 2:1). El Señor responde a Habacuc con certeza sobre su plan para el castigo de Judá, e insta al profeta impulsivo de su propia necesidad de humildad y de fe (Hab 2:4). Y mientras el Señor continúa explicándole a Habacuc, concluye que todos los hombres harían bien en guardar silencio ante Él y no cuestionar Su sabiduría y justicia (Hab 2:20). Aunque esta es una fuerte reprimenda, el Señor continúa revelando a Habacuc el glorioso plan de salvación para los fieles, y la destrucción de sus enemigos. Habacuc termina afianzando su fe en la sabiduría y victoria final, del Señor (Hab 3:17-19).

Como dice el Rabino Sacks —y Habacuc lo experimentó—: ‘Pedir es crecer’. La duda y la incredulidad pueden ser pecaminosas, pero buscar con seriedad el entendimiento del Señor, no lo es. Hacer preguntas que difamen el carácter de Dios, o cuestionar Su soberanía con un corazón orgulloso y rebelde, es definitivamente problemático. El Señor no se deja intimidar por nuestras preguntas, y de hecho, las desea, porque fortalecen una relación genuina con nosotros. Así como los niños en sus años de formación hacen tantas preguntas, para ir ganando comprensión, y aumentar su seguridad y confianza, creo que el Señor nos invita a crecer de igual manera en nuestra relación con Él. Nuestra principal preocupación debe ser si venimos a Él con fe o con incredulidad —y que la actitud de nuestro corazón es pura, lo cual el Señor ve con total claridad—.

Cuando Dios responde

Entonces, hemos descubierto que tenemos la libertad de hacerle preguntas a Dios, dentro de ciertos parámetros; pero esto no significa que el Señor siempre responderá a nuestras preguntas o que las responderá de la manera que nosotros esperamos. Lo que el Señor espera de nosotros es que confiemos en Él y eso puede ser la parte difícil de nuestro caminar en fe. Nuestra obediencia no debe depender de si entendemos Su plan o no; ni ser contenida hasta que entendamos exactamente lo que Él está haciendo y nos pide que hagamos. En nuestro andar por fe hay una parte que está aprendiendo a ser como un niño, no solo haciendo preguntas, sino también, a tener la fe de un niño. Y al igual que un niño queda satisfecho con la simple respuesta, ‘porque’, de sus padres a sus incesantes preguntas de ¿por qué?; entonces también debemos nosotros ser como niños en nuestra aceptación de las cosas que no entendemos: ‘saber, confiar, creer’ que Dios está obrando para nuestro bien, de acuerdo con Sus riquezas en gloria.

El apóstol Pablo comprendió ese deseo humano de cuestionar, comprender, clamar al Señor por respuestas en nuestras pruebas. Así que animémonos en medio de nuestras pruebas con las palabras de la epístola de Pablo a los Romanos, tomando vigor con la promesa de ‘Su gloria futura’, que nada nos podrá separar del amor de Dios: “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito.” (Rom 8:28).

 

Traducido por Chuy González – Voluntario en Puentes para la Paz
Revisado por Robin Orack – Voluntaria en Puentes para la Paz

 

Bibliografía

Elsworthy, Emma. “Kids Ask a Staggering 73 Questions Every Day—Half of Which Mums and Dads Struggle to Answer.” SWNS Digital. Accessed December 2021. https://swnsdigital.com/uk/2017/12/kids-ask-a-staggering-73-questions-every-day-half-of-which-mums-and-dads-struggle-to-answer/
Mackey, Eleanor. “Why Do Toddlers Ask Why?” Rise and Shine. Accessed December 2021. https://riseandshine.childrensnational.org/why-do-toddlers-ask-why/​
Mandell, Sherri. The Blessing of a Broken Heart. London: The Toby Press, 2003. pp. 41, 168–169.
Parkoff, Rabbi Eliezer. Fine Lines of Faith. Jerusalem/New York: Feldheim Publishers, 1994. dp.5.
Sacks, Rabbi Lord Jonathan. Haggadah: Hebrew and English Text with New Essays and Commentary. Jerusalem, Maggid Books, 2015. pp. 106-108
Skenazy, Lenore. God Gave Us Lemons for a Reason. Accessed December 2021. https://forward.com/articles/153004/god-gave-us-lemons-for-a-reason/
“What Were the Questions that Habakkuk Asked God?” Bible Ask. Accessed December 2021.https://bibleask.org/questions-habakkuk-asked-god/

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