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Los efectos de la guerra en los niños

abril 1, 2024
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Durante una guerra, las personas más vulnerables afectadas son los niños de todas las edades. El 7 de octubre, una ola de más de 3,000 terroristas de Hamás atravesó la valla de seguridad de Israel en 28 lugares a lo largo de la frontera y atacó comunidades como el Kibutz (una comunidad agrícola) Be’eri, Kfar Aza, Re’im, Nahal Oz, Nir Oz, Sderot y más. Masacraron a todos los que encontraron. Las personas que no mataron fueron torturadas, violadas y secuestradas. De estas víctimas, los niños fueron un objetivo principal. En el ‘Festival de Música Nova’ fueron asesinados 375 jóvenes. En muchas comunidades, familias enteras fueron quemadas vivas en sus habitaciones seguras (refugios antibombas). Y en múltiples ocasiones, los niños fueron asesinados mientras los padres eran obligados a mirar. El 7 de octubre, los terroristas de Hamás atacaron deliberadamente a los niños.

El niño más pequeño secuestrado es Kfir Bibas, de nueve meses, que fue llevado a Gaza con su hermano Ariel, de cuatro años. Fueron vistos por última vez en el abrazo fuerte y protector de su madre aterrorizada, Shiri, rodeados de terroristas, que los arrastraron a Gaza. Nuestro equipo escuchó las escalofriantes grabaciones de los servicios de emergencia que instruían a niños petrificados, escondidos dentro de armarios, a permanecer lo más silenciosos posible —mientras sus padres asesinados yacían inmóviles en charcos de sangre cerca de ellos—. En Kfar Aza, los terroristas de Hamás colocaron a bebés gemelos en una cama después de asesinar a sus padres, y luego procedieron a comer del refrigerador de la familia mientras esperaban a los familiares y vecinos que ellos sabían que vendrían a rescatar a los bebés que lloraban. Cada vez que los posibles rescatadores cruzaban la puerta, los terroristas los mataban a tiros.

Kfir Bibas pasó su primer cumpleaños en cautiverio.

Mientras miles de misiles desde Gaza caían sobre el sur de Israel y el estallido de los disparos resonaba en las tranquilas comunidades agrícolas en ese ‘Shabat Negro’, los niños se apiñaban con sus familias aterrorizadas en habitaciones seguras. Hablé con un padre cuyos hijos vieron los cadáveres de sus vecinos y amigos esparcidos por el vecindario. Hay muchos más como ellos. Han visto sus casas envueltas en llamas, han olido carne quemada y han escuchado las súplicas de los secuestrados. Las mentes y los corazones de los hijos de Israel han sido estropeados para siempre y su inocencia ha sido robada.

Durante los primeros días de la guerra, conocí a un hombre que había visto cadáveres mutilados de bebés. Lloré y quedé quebrantado por su testimonio. Hace poco conocí a un padre cuya hija y su prometido fueron asesinados. Mi corazón se hundió cuando lo miré a los ojos llenos de dolor. Conocí a una sobreviviente del Kibutz Be’eri que se había visto obligada a tomar una decisión entre salvar a su marido ensangrentado o a sus tres hijos que se asfixiaban mientras su habitación segura se llenaba de humo negro. Ella optó por sostener a sus hijos contra la pequeña ventana para que pudieran respirar —mientras su marido moría desangrado—. Las lágrimas rodaron por mis mejillas mientras escuchaba este relato. Incluso yo recuerdo haber pasado más de cuatro horas hacinados en nuestra habitación segura mientras se interceptaban misiles sobre Jerusalén; y mis propios hijos asustados escuchaban las reverberaciones de los profundos golpes de las intercepciones de los misiles mientras orábamos y los distraíamos con el Oso Paddington y Jorge el Curioso.

He leído innumerables estudios publicados sobre decenas de miles de niños israelíes que sufrieron traumas después del 7 de octubre. La enuresis, las pesadillas, la agresión episódica, la depresión, la ansiedad, el llanto incontrolado, negándose a hablar, escondiéndose debajo de las mantas e insistiendo en dormir en un refugio antiaéreo en lugar de su dormitorio son signos claros del trauma arraigado que estos niños están experimentando.

Puentes para la Paz invierte en los niños de Israel.

Desde 2009, Puentes para la Paz ha invertido en los niños de Israel. Los hemos apoyado y amado a través de nuestro programa ‘Alimenta a un Niño’. A través de nuestra asociación con escuelas de todo Israel, hemos rodeado a miles de niños israelíes a lo largo de los años para garantizar que tengan un futuro brillante y no sean olvidados. Los donantes de todo el mundo se han unido a nosotros en este increíble programa para dar vida a niños atrapados en la pobreza. Al proporcionar artículos escolares, mochilas, almuerzos calientes diarios, regalos durante las vacaciones y apoyo dental, cientos de familias israelíes sienten el apoyo y el amor de los cristianos de todo el mundo.

Después del 7 de octubre, el número de niños necesitados se ha multiplicado por diez a medida que cientos de miles de israelíes del sur y del norte han sido desplazados. A medida que las ciudades de absorción se llenaban de refugiados, nuestros socios en comunidades, pueblos y ciudades se acercaron a nosotros en busca de ayuda. A través de la oración y la determinación, respondimos al llamado y ayudamos a estos niños necesitados.

Desde el comienzo de la guerra, Puentes para la Paz ha podido apoyar a más de 400 niños más que fueron desplazados con sus familias. Esto está ampliando nuestro alcance de una manera tan poderosa que honra a Dios, y tus oraciones y apoyo financiero lo hacen posible todos los días. El trauma que estos niños han soportado es impensable y durará toda la vida, pero con la luz del Señor, podemos hacernos presentes y mostrar amor a cada familia a través de nuestras acciones de cuidado para con sus hijos. Este tipo de apoyo les permite dar el paso vital hacia la sanidad mental y emocional.

Cuando te sientes con tu familia a cenar esta noche, por favor ora por los hijos de Israel. ¿Considerarías también hacer un regalo de apoyo que cambie la vida de un niño en medio de la guerra para que puedan saber que los cristianos de todo el mundo no los han olvidado?

Con tristeza y alegría esperanzada,

Rvdo. Peter Fast

Presidente Ejecutivo Internacional

 

Traducido por Robin Orack – Voluntaria en Puentes para la Paz