¿Quién es realmente el culpable por la prolongada guerra en Gaza?

Una de las grandes ironías de los recientes acontecimientos históricos mundiales, es que un conflicto, planeado para debilitar, si no destruir al Estado de Israel; condujo a un fortalecimiento inconmensurable del mismo. Irán contribuyó a fomentar una guerra en múltiples frentes contra el Estado judío que comenzó el 7 de octubre de 2023, cuando un ataque árabe palestino liderado por Hamás contra comunidades del sur de Israel, resultó en la mayor masacre de judíos desde el Holocausto. Esa orgía de asesinatos en masa, torturas, violaciones, secuestros y destrucción desenfrenada; dejó al Estado judío en lo que bien podría haber sido el punto más bajo de su historia. Su pueblo se tambaleó ante el horror y vio a los líderes de su país como responsables de una serie de errores colosales, que hicieron posible esta catástrofe. Ese trágico día, podría haber sellado el destino político del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu; bajo cuya dirección ocurrió todo. Pero gracias a las victorias posteriores de los soldados israelíes en el campo de batalla, contra sus adversarios, el Primer Ministro no solo permanece en el cargo, sino que probablemente también tenga la misma posibilidad de ganar otro mandato cuando los votantes del país acudan a las urnas; el próximo año.
Esas victorias tuvieron un alto precio: la muerte de 893 miembros de las Fuerzas de Defensa de Israel (al momento de escribir este artículo).
Estos éxitos contra los enemigos del Estado judío, también fueron posibles, gracias al firme liderazgo de Netanyahu y a su negativa a dejarse presionar, para que renunciara a la seguridad de su país; presión ejercida por su única superpotencia aliada. De este modo pudo liderar la posterior y exitosa campaña para derrotar a Jizbolá e Irán, y contribuir a la caída del régimen de décadas de Bashar al-Assad en Siria, aliado de Irán. Esto ha llevado a lo que incluso sus oponentes deben reconocer: un sorprendente resurgimiento de su popularidad y la reputación de su gobierno.
Y también enfurece a sus enemigos políticos en Israel y Estados Unidos.
En respuesta, se intensificó la incitación en su contra, la que ha estado a toda máquina desde que regresó al cargo; tras ganar las elecciones a la Knéset celebradas en noviembre de 2022.
La culpa de todo recae en Netanyahu
Los lectores de la revista dominical del New York Times tuvieron una idea completa de lo que esto significa esta semana; con un extenso artículo recopilado por sus principales corresponsales; entre ellos el jefe de la oficina de Jerusalén, Patrick Kingsley, y el redactor Ronen Bergman, autor de varios libros sobre la historia de las operaciones de inteligencia israelíes.
Aunque incluye ocasionales descargos de responsabilidad para darle un mínimo de imparcialidad y contexto; la tesis principal del artículo es que el 7 de octubre y la guerra que siguió, no solo fueron culpa de Netanyahu sino que la prolongó de forma crucial. Afirma que se negó a aceptar un acuerdo que habría puesto fin al conflicto y a todo el sufrimiento que conlleva en abril de 2024. Y argumenta que lo hizo principalmente por un afán cobarde y sin principios de aferrarse al poder.

Esta difamación, que equivale a una difamación política sangrienta, no es simplemente injusta. La verdad es más o menos la contraria. Lejos de que Netanyahu estuviera motivado principalmente por consideraciones políticas, fueron sus oponentes —tanto en la administración Biden como en los partidos de la oposición israelí— quienes han estado politizando la guerra mucho más que el Primer Ministro.
La tesis del Times se basa en cuatro argumentos, que giran en torno a la idea de que todo lo que está mal en Israel es culpa de Netanyahu.
La primera, es que creen que no debería haber sido candidato a las elecciones de 2022; que debería haberse retirado de la política tras ser acusado de varios cargos de corrupción. Pero estos cargos son, en el mejor de los casos; endebles y un ejemplo de guerra legal utilizada por el establishment liberal/izquierdista de Israel, para eliminar a un líder al que no pudieron derrotar en unas elecciones.
La segunda, es que Netanyahu es el culpable de los sucesos del 7 de octubre porque permitió que el gobierno terrorista de Hamás se mantuviera en el poder durante años, en lugar de intentar derrocarlo e incluso; permitió que Qatar lo apoyara financieramente.
Eso es cierto, aunque no era el único en pensar que esta política mantendría el 'status quo' en la Franja de Gaza. Prácticamente todos en la oposición política que ahora clama por su caída, estaban de acuerdo con dicha política. La incomprensión, de que Hamás y sus patrocinadores iraníes seguían siendo ideólogos dedicados a la destrucción de Israel y al genocidio de su pueblo, en lugar de ser pragmáticos; era real. Pero fue un error cometido por todo el espectro del establishment político, militar y de inteligencia del estado judío, que proporcionó la mayoría de los comentarios extraoficiales que formaron la base del artículo de la revista Times.
El tercer elemento, es la idea de que los esfuerzos de Netanyahu por reformar el sistema judicial israelí, todopoderoso y descontrolado, que estaba socavando la democracia en lugar de fortalecerla, como sus oponentes afirmaron falsamente declaran; estas reformas causaron tal división dentro de Israel, que animaron a Hamás a atacar en ese preciso momento.
El revuelo generado por el tema a lo largo de 2023, sí socavó la seguridad del país y sin duda, distrajo al Primer Ministro. Sin embargo, la responsabilidad de ello recae tanto o más en los rivales internos de Netanyahu; cuyos esfuerzos por detenerlo incluyeron la negativa pública de algunos en puestos de responsabilidad, a seguir sirviendo en el ejército. Si la oposición hubiera limitado solo al discurso político habitual —en lugar de amenazar con provocar una guerra civil en lugar de aceptar el veredicto de las urnas—; Hamás no habría tenido la falsa impresión de que existía una brecha política en el Estado judío, y de que los votantes liberales y laicos de Israel no lucharían por defender a su país.
La cuarta acusación contra Netanyahu es, que podría haber puesto fin a la guerra después de tan solo unos meses, pero decidió no hacerlo porque creía que eso pondría fin a su carrera política.
La idea de que Netanyahu —quien perdió a su hermano mayor a manos del terrorismo y a menudo se le llama el Primer Ministro de la "seguridad"— priorizó la política sobre el fin de la guerra, es fundamentalmente errónea.
Lo primero que hay que recordar sobre esta acusación es, que la idea de que a este o a cualquier otro conflicto similar se le mantenga completamente separado de la política; se basa en una interpretación errónea de la naturaleza de la guerra. Como escribió el célebre estratega militar y político prusiano Carl von Clausewitz: "La guerra es una continuación de la política, solo que por otros medios". Esto es cierto en el caso de Irán y Hamás; y también en el de todas las guerras que Israel ha librado para preservar su existencia, y asegurar que sus enemigos no estuvieran en posición de amenazarlo.
La motivación política de Biden
Más aún, quienes apostaban por la política como solución, fueron quienes intentaron forzar el fin de la guerra antes de que Israel lograra los resultados decisivos, que finalmente obtuvo.
Los esfuerzos del equipo de política exterior de Biden, para obligar a Israel a no derrotar a Hamás y a poner fin a la guerra antes de que éste, o sus aliados Jizbolá, los hutíes e Irán fueran derrotados; se debían en parte a su animadversión hacia Netanyahu. No querían que Israel se volviera "demasiado fuerte" para que el país pudiera verse presionado a hacer concesiones a los palestinos.
Su principal motivo, sin embargo, era la angustia por las divisiones dentro del Partido Demócrata a raíz del tibio apoyo de la administración, a Israel después del 7 de octubre. Para la base inter-seccional de los demócratas, Biden no era lo suficientemente hostil al Estado judío; y esto representaba una verdadera amenaza para sus posibilidades de reelección en 2024. Para la primavera de ese año, la administración estaba desesperada por poner fin a la guerra, porque muchos demócratas se oponían a su política de ayudar a Israel en su momento de necesidad, verbal y militarmente; al tiempo que ralentizaba la entrega de suministros y hacía todo lo posible por obstaculizar los esfuerzos israelíes por erradicar a Hamás. La oposición política de Netanyahu también pretendía poner fin a la guerra, sin lograr nada parecido a una victoria sobre Hamás. Sus razones eran igualmente complejas.
Desde el principio, muchos israelíes creyeron que la única prioridad debía ser el rescate de los rehenes retenidos por Hamás, sin importar si esto fortalecería a los terroristas y solo causaría futuras víctimas; a largo plazo. Igualmente importante, la izquierda israelí había aceptado desde hacía tiempo, la idea de que había que apaciguar a los palestinos en lugar de derrotarlos; incluso si la abrumadora mayoría de los ciudadanos del Estado judío había perdido desde hacía tiempo la esperanza, de que intercambiar territorio por paz lograra algo más que un intercambio de territorio por más terrorismo.
A lo largo de la guerra, han clamado por el derrocamiento del gobierno de coalición, a pesar de la naturaleza indecorosa de sus argumentos. Esta agitación reforzó la determinación de Hamás de perseverar en un conflicto que, desde el momento en que se hizo evidente que estaban perdiendo, supusieron que aún podían salvarse, si se ejercía suficiente presión de Estados Unidos; de los críticos israelíes en el país; del apoyo internacional de organismos malignos; y de las protestas masivas en las principales ciudades; para obligar a Netanyahu a ceder.
El gobierno de Biden no fue un espectador pasivo de la agitación política israelí. Tomó partido en la batalla interna israelí por la reforma judicial. Esto fue un acto de absoluta hipocresía, ya que su apoyo a una Corte Suprema israelí todopoderosa, contrastaba con el deseo abiertamente declarado de los demócratas a limitar la capacidad de la Corte Suprema estadounidense; mucho menos poderosa; para decidir cuestiones constitucionales.
Peor aún, como muchos sospechaban desde hacía tiempo y solo recientemente se ha demostrado con el descubrimiento de los documentos pertinentes; el gobierno de Biden canalizó ayuda financiera a grupos activistas israelíes que buscaban derrocar a Netanyahu, a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional [USAID]; y el Departamento de Estado. Además de que esto posiblemente constituya una violación de la ley estadounidense, esos desembolsos fueron una clara evidencia de que el equipo de política exterior de Biden era el que, sin escrúpulos, estaba politizando la prolongación de la guerra. Esto también refuerza la posterior decisión del presidente Donald Trump, de cerrar USAID, ya que, en este y otros casos, no se trataba tanto de ayudar a los necesitados, como de ser un instrumento de la intervención estadounidense en la política interna de otras naciones; incluido el Israel democrático.
El mito de la paz perdida
La afirmación de que Netanyahu descartó una oportunidad de paz para aferrarse al poder es particularmente engañosa.
Como afirma el artículo de la revista Times, un acuerdo alcanzado en abril de 2024 habría dejado las formaciones militares y el liderazgo de Hamás en sus puestos, cerca de la ciudad de Rafah en el sur de Gaza. Allí, habría permitido el flujo continuo de suministros a Hamás, a través de los túneles bajo la frontera entre Egipto y el enclave de Hamás.
Según el artículo, el entonces jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, el teniente general Herzi Halevi, consideró que la captura de Rafah carecía de importancia. Esto nos recuerda que él —y muchos otros líderes militares y de inteligencia del país— no solo estaban completamente equivocados sobre las intenciones de Hamás; y fueron los principales responsables del 7 de octubre. Además, no estaban preparados para la guerra posterior al 7 de octubre, en la que, especialmente en sus primeros meses; parecieron aceptar la idea de que Hamás era una "idea" indestructible, en lugar de un verdadero oponente militar terrorista al que se podía vencer.
No hace falta ser un experto en cuestiones militares como von Clausewitz para preguntarse, por qué no se tomó Rafah en los primeros meses de la guerra y aislar así a Hamás; aislarlo de una fuente principal de suministros. Si las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) a veces “solo daban vueltas" en Gaza durante la primera fase del conflicto; como alega el Times; la culpa es de los generales y no de Netanyahu; quien, a diferencia de un presidente estadounidense, no es el comandante en jefe indiscutible de las fuerzas israelíes. Otro mito que el artículo del Times refuerza, es que si Netanyahu hubiera cedido ante la presión estadounidense en abril de 2024 y hubiera permitido que Hamás volviera a su estatus del 6 de octubre de 2023, como gobierno de Gaza; Arabia Saudita habría reconocido a Israel.
Tanto los estadounidenses como el gobierno de Netanyahu consideran la disposición saudí a adherirse a los Acuerdos de Abraham; e intercambiar embajadores con el Estado judío como un objetivo prioritario de política exterior. Aun así, los saudíes decidieron no adherirse a los acuerdos en 2020, y es posible que nunca lo hagan. Incluso, el modernizador príncipe heredero Mohammed bin Salman entiende que reconocer a Israel, expondría el gobierno de su familia a ataques a la legitimidad de su condición de protector de los lugares sagrados del islam; y traicionaría la corriente extremista wahabí del islam, que siempre ha sido un pilar fundamental de su régimen.
¿Una linea de vida para Hamás?
Nadie debería tomar en serio las afirmaciones del artículo, de que ceder ante Hamás hace 13 meses, habría impulsado la popularidad de Israel en Europa o entre los demócratas de izquierda en Estados Unidos; cuya hostilidad hacia el Estado judío no ha hecho más que crecer. La alianza rojiverde de izquierdistas e islamistas, busca la destrucción de Israel.
La simpatía que algunos pudieran haber sentido tras las atrocidades del 7 de octubre se desvaneció incluso, antes de que el Estado judío se uniera y comenzara a defenderse tres semanas después, buscando la destrucción de los terroristas.
El mito de la oportunidad perdida para la paz, también ignora que la razón por la que la coalición de Netanyahu se habría derrumbado, si este hubiera cedido a la presión estadounidense; no radicaba tanto en las exigencias de sus controvertidos socios políticos, Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir; sino en su deber de no perjudicar la seguridad del Estado judío. Darle un salvavidas a Hamás en abril de 2024, en lugar de continuar la guerra hasta que sus formaciones militares fueran completamente destruidas; y Jizbolá e Irán derrotados, además de Assad derrocado; habría sido un desastre estratégico para Israel y bien podría haber asegurado, que los terroristas pronto estuvieran en posición de repetir la masacre del 7 de octubre. Pero habría beneficiado políticamente al gobierno de Biden y también habría fortalecido a los oponentes de Netanyahu.
Existen muchas críticas legítimas a las decisiones de Netanyahu, a lo largo de su largo mandato como Primer Ministro israelí; además de aquellas que contribuyeron a que Israel no estuviera preparado para el 7 de octubre. Dependerá de los votantes israelíes emitir el veredicto final, sobre si lo que ha hecho desde entonces, que bien podría constituir los mejores momentos de su carrera como político y líder de su país; compensa sus errores y faltas personales.
Digan lo que digan de él, la afirmación de que la guerra se ha extendido principalmente para ayudarlo a aferrarse al poder, es una difamación que no debe quedar sin respuesta. Los historiadores imparciales, que no sean partidarios de Netanyahu se verán obligados a concluir, que esta acusación no solo era falsa, sino que, al aferrarse a sus principios, el Primer Ministro; prestó un servicio inestimable a su país y al mundo; y que éste ,se encuentra en una situación mucho mejor con un Irán, Hamás y Jizbolá debilitados.
Traducido por Chuy González – Voluntario Puentes para la Paz
Un artículo por Jonathan S. Tobin originalmente publicado por Jewish News Syndicate, el 16 de julio de 2025. (El vocabulario respecto al tiempo ha sido modificado para reflejarse en nuestra publicación del día de hoy). Puedes ver el artículo original en este enlace.
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