Papá nunca volverá a casa

«¿Cómo le dices a tu hijo que su papá nunca volverá a casa?»
La pregunta no era hipotética. Venía de una de nuestras voluntarias, contándonos de una madre cuyo corazón acababa de sufrir una tormenta. Su esposo tuvo que irse de viaje, la primera vez desde el nacimiento de su hija, dejándola a ella y a su hija de tres años solas en casa durante varias noches.
Durante los días antes de su partida, hicieron todo lo posible para preparar a la niña para la repentina ausencia de su padre. «Le dijimos a ella dónde estaría papá. Planeamos videollamadas. Incluso creamos una cuenta regresiva para que pudiera marcar los días hasta su regreso», recordó. «Yo sabía que lo extrañaría. Esperaba las preguntas, incluso las lágrimas. Pero no estaba preparada para la intensidad de su dolor».
Todas las tardes, su hija esperaba junto a la puerta, con los ojos abiertos y llenos de esperanza. Cada hora de dormir se convertía en un mar de sollozos entrecortados. Todas las mañanas, saltaba de la cama, recorriendo el apartamento en una búsqueda frenética, solo para terminar en lágrimas de decepción.
«¿Cuándo viene papá, mamá? ¿Cuándo vendrá a buscarme?», lloró la niña.
Por suerte, la madre tenía una respuesta. Pudo abrazar a su hija y tranquilizarla con la promesa: «Solo tres noches más. Luego dos. Luego mañana. Papá viene a casa mañana».
Pero en las largas noches silenciosas, mientras su hija se aferraba a la certeza de "pronto", la madre permanecía despierta, atormentada por un pensamiento que no podía quitarse de la cabeza: «¿Qué pasa con todas las madres israelíes que tienen que responder… nunca?»
Una realidad de pérdida siempre presente
En Israel, el duelo no es una posibilidad —es una realidad intrínseca a la vida—. Toda madre que acuna a su recién nacido sabe que un día, su hijo se vestirá de caqui, interponiéndose entre su pueblo y quienes buscan su destrucción. Toda mujer joven que se enamora comprende que el hombre que ama llevará la carga de defender su patria. Y toda novia bajo la jupá (dosel de boda) susurra oraciones silenciosas para que el hombre a su lado no sea llamado al sacrificio supremo.
La guerra ha ensombrecido a Israel desde antes de su renacimiento. Incluso en los llamados “tiempos de paz”, cuando los ejércitos no se enfrentaban en campos de batalla abiertos, los ataques terroristas aseguraban que nuevas familias se unieran a las filas de los deudos año tras año.
Pero el 7 de octubre de 2023 todo cambió.
La masacre de Hamás marcó un hito de crueldad indescriptible, dejando tras de sí una devastación a una escala que Israel jamás había experimentado. Casi de la noche a la mañana, el número de viudas de guerra israelíes aumentó. Luego vino la guerra más larga en la historia del estado judío moderno, que se cobró más vidas y amplió el círculo de dolor.
En el Día Internacional de las Viudas (23 de junio de 2024), Israel anunció una cifra alarmante: desde el 7 de octubre, casi 600 niños habían perdido a su padre y al menos 260 mujeres se habían quedado viudas, 35 de las cuales estaban embarazadas al momento de la muerte de sus esposos. Esto contrasta desgarradoramente con el año anterior, cuando se sumaron 20 nuevas viudas de militares y policías.

La carga de la pérdida
Quedarse viuda es una carga inimaginable; una que llega en un instante pero dura toda la vida. De repente, ella ya no es solo una esposa, sino una madre que soporta el peso de dos padres, la única proveedora que toma las decisiones, que protege y que consuela —todo mientras navega por un mar de dolor—. El hombre que una vez compartió las tareas del cuidado de los niños, como contarles cuentos antes de dormir, llevarlos a la escuela y susurrarles sueños para el futuro, se ha ido, dejando atrás un silencio que resuena en cada rincón de su hogar. Las tareas más sencillas —arreglar un grifo que gotea, pagar las cuentas, disciplinar a los niños— se convierten en recordatorios de su ausencia. Mientras lucha por mantenerse firme para sus hijos, ellos recurren a ella en busca de respuestas que ella no tiene.
Es una realidad cruel y devastadora que ninguna mujer quiere afrontar, pero muchas mujeres aquí en Israel ahora la viven. Llevan su carga con una fuerza y una dignidad extraordinarias. De hecho, durante los largos meses de guerra, la valentía y la alegría de los familiares en duelo han inspirado y elevado a la nación. Tomemos, por ejemplo, el mensaje que la viuda del Sargento Mayor (reserva) Aviad Cohen colocó en la puerta principal para las visitas: «Te pedimos que entres a esta casa con la frente en alto y erguido. Luego, llénate de fuerza y felicidad. Solo entonces podrás llamar a nuestra puerta. Somos la familia de un héroe que sembró luz y esperanza durante su vida y en su muerte».
Muchas viudas israelíes han compartido que su fe en Dios las sostiene en los momentos más difíciles. También reconocen el amor y el apoyo de una comunidad unida.
Dios nos los confió
Los israelíes tienen una forma extraordinaria de acoger a las familias en duelo. He visto a comunidades unirse en apoyo a las viudas de guerra de las maneras más conmovedoras —desde los compañeros de un soldado caído acompañando a sus hijos a su primer día de clases hasta campañas nacionales financiando hogares para familias en duelo. Sin embargo, su cuidado no es solo la responsabilidad de Israel. Dios nos los ha confiado también a nosotros.
Las Escrituras nos recuerdan que Él es “Padre de los huérfanos y defensor de las viudas” (Sal 68:5a), y Santiago 1:27 declara, “La religión pura y sin mancha delante de nuestro Dios… es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones…”.
Su llamado es claro. Pero más allá de un deber, es un privilegio. Como cristianos, tenemos la oportunidad de bendecir a las viudas de Israel de maneras tangibles y transformadoras, llenando la oscuridad del dolor con amor y luz. Tu donativo a nuestro ‘Fondo para Viudas y Huérfanos’ es más que un apoyo económico; es un rayo de esperanza, una declaración de que son vistas, amadas y nunca están solas. Les muestra que sus hermanos y hermanas cristianos de todo el mundo las acompañan, honrando su sacrificio y rodeándolas con el amor inagotable de Dios.
¿Te extenderás a través de los continentes para abrazar a una viuda doliente con el consuelo de Su amor? Dona hoy y deja que tu bondad sea una luz en su hora más oscura.
Con shalom,
Rvdo. Peter J. Fast
Presidente Ejecutivo Internacional
Traducido por Robin Orack – Voluntaria en Puentes para la Paz

Fondo para Viudas y Huérfanos
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