Logrando lo imposible



Durante las tres semanas siguientes, Bachrach y sus compañeros se sumergieron en la química militar. Ninguno de ellos había estudiado antes la materia. El libro de A.M. Prentis titulado Chemicals in War [productos químicos en la guerra] se convirtió en su libro de texto. Las mañanas se dedicaban a estudiar aspectos teóricos de materias como “explosivos, incendiarios, humo y gases”; cada estudiante tomaba una sesión y enseñaba lo que había aprendido en su libro de texto improvisado. Las tardes se pasaban en el laboratorio, explorando el lado práctico de la clase de esa mañana.
Bachrach observó: “El hecho de que fuéramos estudiantes fue muy útil en este sentido, ya que no dudábamos en discutir y estudiar temas que eran nuevos para nosotros”.
Una vez finalizada la parte teórica de su entrenamiento, se enfrentaron a tareas como copiar armas existentes y a desarrollar nuevas armas utilizando los recursos limitados de que estaban a su alcance. Como comentó más tarde el experto en demoliciones, profesor Zvi Pelach: “Los jóvenes científicos de HEMED fueron innovadores en sus perspectivas y produjeron armas que supuestamente serían imposibles de producir. Es muy probable que, debido a su juventud y a que tenían conocimientos limitados, se atrevieran a hacer cosas que los científicos establecidos consideraban imposibles”.
Tiempos desesperados

A finales de 1947 se hizo un inventario de las armas de la Haganá (fuerza de defensa clandestina judía); los resultados: 10,000 fusiles; 3,800 pistolas; ninguna arma antitanque; y ninguna artillería. Una de las necesidades más urgentes era la de un arma antitanque. Se tomó la decisión de replicar una que los británicos habían desarrollado en la Segunda Guerra Mundial: el PIAT (acrónimo de Projector, Infantry, Anti Tank, <lanzador antitanque de infantería en inglés>). Se robó un lanzador PIAT del ejército británico y funcionó como modelo. Se desmontó y se prepararon dibujos de cada parte, que luego tuvieron que fabricarse en varios talleres diferentes. Algunas de las piezas, como un resorte que originalmente estaba construido con alambre de acero de una dimensión no disponible, tuvieron que modificarse utilizando múltiples hebras de un alambre de acero de dimensión más pequeña que se introdujo de contrabando en el país.
La producción de los proyectiles PIAT tampoco fue una tarea sencilla. Uno de ellos fue sacado de contrabando de Sudáfrica y analizado para determinar su construcción exacta. Los proyectiles huecos contenían el explosivo TNT, que sólo estaba disponible en cantidades limitadas. Una fuente de TNT contaminado, que se extrajo de munición vieja, se encontraba en Italia, pero era necesario purificarlo. Un científico de HEMED llevó a cabo el peligroso proceso de purificación y logró fabricar los proyectiles con éxito.

Las actividades de HEMED no se limitaron a reproducir armas ya existentes, sino que también se fabricaron nuevos diseños. Mosh Epstein, un ingeniero de HEMED, explicó: “Estábamos tratando de desarrollar un arma sin retroceso, pero no pudimos encontrar ninguna información. No teníamos materia prima y tuvimos que empezar desde cero; usamos una tubería de agua como cañón y la sujetamos con un alambre. Más tarde, encontramos algunos tubos que los británicos habían dejado en Helez, donde realizaban estudios para la detección de petróleo. En 1949, demostramos por primera vez el uso del arma recién desarrollada y alcanzamos un objetivo a una distancia de 800 metros [875 yd]”.
No es posible incluir en este artículo una lista completa de los resultados de la investigación y el diseño de HEMED. Sin embargo, la siguiente lista incluye armas que estudiaron, algunas de las cuales se produjeron: “espoletas para detonación, minas antipersonal, minas antivehículo, PIAT, lanzallamas, rifles antitanque, morteros de seis pulgadas y bombas aéreas”. El libro de Bachrach, The Power of Knowledge—HEMED: The Israeli Science Corps [El poder del conocimiento—HEMED: El Cuerpo Científico Israelí], es una lectura fascinante y una ventana a los logros de aquellos jóvenes científicos que se atrevieron a intentar lo imposible.
Sentando las bases
Los jóvenes científicos de HEMED no sólo ayudaron a salvar a su nación, sino que también contribuyeron a la fundación de la comunidad científica en el Israel moderno. Algunos regresaron al mundo académico, mientras que otros continuaron con el desarrollo de armamento defensivo. Por ejemplo, la ‘Cúpula de hierro’, un arma salvavidas muy conocida desde 2011, fue desarrollada en Rafael Advanced Defense Systems, originalmente conocida como HEMED.
En conclusión, Avi Peleg, miembro del grupo incendiario HEMED, recuerda: “Éramos jóvenes y habíamos estudiado distintas disciplinas. Teníamos un denominador común importante: un espíritu de devoción, de voluntariado y de cooperación sincera”.
La fe de Ben Gurión en sus expertos novatos no fue infundada.
Artículo (“Achieving the Impossible”) del Dispatch from Jerusalem (Despacho desde Jerusalén) de diciembre 2024
Traducido por Robin Orack – Voluntaria en Puentes para la Paz
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