El mito indestructible de la hambruna en Gaza


Una vez más se ha revivido el mito de la hambruna en la Franja de Gaza.
Esta afirmación que tanto ha incitado los ataques contra los judíos ha sido difundida repetidamente por los principales medios de comunicación occidentales, durante los últimos 18 meses de guerra. Es una mentira que distorsiona otra mentira.
Una y otra vez, agencias de la ONU y ONG han advertido que la hambruna y la inanición son inminentes. Pero esto nunca ha sucedido. Se ha recibido en Gaza más comida de la que la gente necesita.
El problema ha sido que Hamás se apropió de gran parte de ella para alimentarse y venderla en el mercado negro y financiar su infraestructura de guerra.
Sin embargo, la gran mayoría de los gazatíes se han mantenido notablemente bien alimentados, mientras que quienes realmente han pasado hambre, son los rehenes israelíes que mantienen cautivos. Sin embargo, los medios de comunicación han seguido insistiendo en que los civiles de Gaza mueren de hambre.
Hace dos meses, con aproximadamente cuatro meses de provisiones de alimentos restantes en Gaza, Israel impuso un bloqueo al transporte de ayuda, para obligar a Hamás a liberar a los rehenes restantes.
Las Fuerzas de Defensa de Israel [FDI] supervisarán ahora la distribución de alimentos en el sur de Gaza para impedir que Hamás los robe; y canalizar a los civiles hacia esas zonas, aislando y debilitando a Hamás, para que las FDI finalmente puedan destruirlos. Las Naciones Unidas se han negado a aceptar este plan, demostrando que su objetivo no es aliviar el sufrimiento de los gazatíes, sino de ayudar a Hamás en su guerra contra Israel. Sorprendentemente es prácticamente imposible cambiar la perversa narrativa mediática, de que Israel está matando de hambre a los civiles de Gaza. Los hechos y las pruebas no sirven de nada. Muchos creen que esto se debe a la falsa y obsesiva creencia de que Israel es un opresor colonial. Pero esta adopción de la ideología marxista revolucionaria es solo una parte de la razón.
Estas mentiras han calado hondo, más allá de las hordas de manifestantes ataviados con kufiyas. En Gran Bretaña y en otros lugares, la idea de que Israel está matando de hambre a niños y cometiendo crímenes de guerra en Gaza, es ahora una insensatez aceptada por amplios sectores de las profesiones, la clase administrativa y el mundo empresarial.
Al enfrentarse a hechos que contradicen cada una de estas afirmaciones, estas personas preguntan con incredulidad: "¿De verdad dices que tienes razón mientras que todos los demás —la ONU, los tribunales internacionales, todo el sistema humanitario— están equivocados?".
A lo que la respuesta es "Sí". Esto suena increíble porque es increíble. Occidente está sumido en una epidemia de negación de la razón.
Entonces, ¿por qué todos estos organismos transnacionales se han tragado y promovido estas mentiras? ¿Y por qué se considera que estos organismos son incuestionables?
Como escribo en mi nuevo libro, La Piedra del Constructor, la razón es la creencia de las clases educadas de que, si bien el Estado-nación occidental es fuente de división, prejuicio y guerra; los organismos jurídicos transnacionales y las leyes que representan la "hermandad humana" defienden la verdad y la conciencia.
Se asume que instituciones como las Naciones Unidas, los tribunales internacionales y las organizaciones no gubernamentales como Amnistía y Human Rights Watch son desinteresadas, morales y justas.
De hecho, ocurre todo lo contrario. La Corte Penal Internacional y la Corte Internacional de Justicia han traicionado la ley y se han comportado como tribunales irregulares con respecto a Israel. Las ONG que les proporcionan "pruebas" son pozos negros de odio exterminador contra el estado judío.
Las Naciones Unidas llevan mucho tiempo señalando a Israel por un trato discriminatorio brutal, que no se aplica a ningún otro país.
Como detalla el grupo de expertos británico Henry Jackson Society en un nuevo informe, el organismo mundial ha elaborado 367 informes sobre Gaza desde las atrocidades cometidas por Hamás en el sur de Israel, el 7 de octubre de 2023. Sin embargo, apenas ha mencionado las tácticas de escudo humano de Hamás, y ni una sola vez en un análisis serio.
Amnistía Internacional, Human Rights Watch y otras ONG han publicado cientos de páginas acusando a Israel de genocidio, mientras que omiten los crímenes de Hamás de la narrativa.
Sin embargo, la bancarrota moral de este sistema humanitario, siempre estuvo implícita en la doctrina universalista de los derechos humanos que encarna.
En el corazón de esta doctrina reside una contradicción fatal. Sus defensores, consternados por el fracaso del mundo para detener el Holocausto, creían que la manera de salvar a los judíos y a otros de la opresión era, prevalecer sobre la soberanía nacional y exigir responsabilidades a los opresores ante tribunales internacionales.
Como se detalla en el libro de James Loeffler, Rooted Cosmopolitans: Jews and Human Rights in the Twentieth Century, otro visionario de la posguerra —el abogado lituano Jacob Robinson— advirtió infructuosamente que, para el pueblo judío, esto era una trampa. Entendía que solo las democracias fuertes y soberanas protegerían a los judíos de la diáspora.
Comprendió que la doctrina universalista de los derechos humanos, era intrínsecamente hostil al particularismo judío, expresado a través del sueño sionista de recuperar la patria nacional judía.
Esta falla fundamental convirtió inevitablemente a las Naciones Unidas —el vehículo designado para los derechos humanos internacionales— en un enemigo mortal del sionismo y del pueblo judío.
Había una falla aún más profunda. La ley deriva su autoridad de ser aprobada por parlamentos que representan la voluntad popular. Las leyes y tribunales internacionales, que carecen de tal jurisdicción inherente, carecen de esa legitimidad y, por lo tanto, se convierten inevitablemente en instrumentos de la política en lugar del derecho.
Sin embargo, en lugar de reconocer este problema, Occidente convirtió el universalismo y los derechos humanos en un dogma incuestionable.
Según Loeffler, la creciente demonización de Israel no se produjo principalmente porque la gente creyera que Israel ocupaba territorio palestino. Más fundamentalmente, los "derechos humanos" se convirtieron en un lema global para el universalismo moral.
El descrédito del socialismo por parte de la Unión Soviética; la crisis del liberalismo estadounidense como resultado de la guerra de Vietnam y el escándalo de Watergate; y el "anticolonialismo" radicalizado del mundo en desarrollo; contribuyeron a la búsqueda en Occidente de otro credo idealista universalizador.
La inquietante historia de Amnistía demuestra que la doctrina de los derechos humanos, se ha convertido en una especie de religión secular.
El fundador de Amnistía, Peter Benenson, era judío y su conversión al catolicismo lo llevó a concluir que el camino hacia a la santidad, pasaba por el abandono de la identidad nacional. Creía que el objetivo final de Amnistía era la transformación de la humanidad en “una única comunidad mundial… [que] abarque toda la Tierra…”.
Para alcanzar este plano universal, los derechos humanos debían oponerse al particularismo. Y nada era más particularista que el judaísmo y el Estado de Israel. Si los judíos querían abrazar los derechos humanos, pensaba Benenson, debían renunciar a su identidad judía.
Las consecuencias de este pensamiento profundamente distorsionado se ilustraron en abril de 2024, con la muerte en una cárcel israelí de Walid Daqqa, un árabe palestino que llevaba 38 años en prisión.
En 1986 Daqqa fue condenado por liderar un grupo terrorista que secuestró y asesinó a Moshe Tamam, un soldado israelí de 19 años. Sus asesinos lo mantuvieron como rehén durante dos días y luego le sacaron los ojos, lo mutilaron y lo castraron antes de dispararle.
Sin embargo, tras la muerte de Daqqa, Erika Guevara Rosas, directora mayor de investigación, incidencia política, políticas y campañas de Amnistía, acusó a los israelíes de "niveles escalofriantes de crueldad". Esto quedó aparentemente ilustrado por el hecho de que a Daqqa "no se le permitió hablar por teléfono con su esposa desde el 7 de octubre", el día en que terroristas palestinos masacraron a 1,200 israelíes y tomaron como rehenes a más de 240.
La doctrina de los "derechos humanos" que inspira el “establishment humanitario" y de derechos humanos actual, la ha convertido cada vez más en un arma contra la humanidad. Pero su supuesto propósito elevado y universal la ha puesto fuera de toda duda.
Así que la gente cree las mentiras que dicen estos organismos, de que los israelíes están masacrando a bebés gazatíes o provocando la hambruna de los civiles de Gaza, a pesar de la evidencia de lo contrario, disponible para cualquiera que se moleste en buscarla. Pero no lo hacen, porque quienes dicen estas mentiras, han sido elevados a una posición que los sitúa por encima de meras consideraciones, como la evidencia, los hechos y la verdad.
Al igual que los libelos de sangre de la iglesia medieval, que causaron la masacre de incontables miles de judíos, la religión secular del universalismo está incitando a la locura antijudía masiva bajo una doctrina de infalibilidad, que tiene escalofriantes ecos históricos.
Traducido por Chuy González – Voluntario en Puentes para la Paz
Fuente: Un artículo por Melanie Phillips, originalmente publicado por Jewish News Syndicate, el 8 de mayo de 2025. (El vocabulario respecto al tiempo ha sido modificado para reflejarse en nuestra publicación del día de hoy). Puedes ver el artículo original en este link.