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El Dios que demuestra Su fidelidad

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Existe una famosa anécdota de hace aproximadamente 150 años en la que el káiser alemán Wilhelm II le pidió a su consejero Otto von Bismarck, que le diera una prueba de la existencia de Dios. Se dice que Von Bismark respondió sin dudar: “Los judíos, su majestad, los judíos”.

Si les hiciera esa mima pregunta hoy, sospecho que las respuestas variarían, dependiendo de los testimonios únicos que reflejan la huella de Dios en nuestras vidas. Aún hoy, cuando me veo en la situación de tener que demostrar una evidencia objetiva de la existencia de Dios más allá de mi propia experiencia, a menudo me resuena la perspectiva de Bismarck.

Hoy, más que nunca, el pueblo judío —y especialmente el Estado Judío con su resurgimiento milagroso que sigue sobreviviendo y prosperando de forma sobrenatural— sirve como prueba de la existencia de Dios. Esta pequeña nación y su gente sirve como un ejemplo visible ante las naciones, proclamando que Dios es leal a Su naturaleza, que Su Palabra es infalible, que Dios es fiel y que cumple Sus promesas sin importar cuánto tarde en hacerlo. 

Además de ser una afirmación importante, está firmemente sustentada en las promesas de la Escritura. La historia del pueblo judío, el resurgimiento del Estado de Israel, su supervivencia en la actualidad y su esperanza futura, se presentan como una narrativa profundamente ligada al cumplimiento de las profecías. Como si de un hilo dorado que atraviesa el Antiguo Testamento se tratara, los profetas hebreos presentan una lista de eventos específicos para el pueblo judío, que ocurrirían miles de años después. Es como si Dios hubiera levantado el velo para que Moisés, Isaías, Ezequiel, Zacarías y sus contemporáneos pudieran echar un vistazo a los acontecimientos relacionados con el linaje de Abraham, Isaac y Jacob, destinados a cumplirse en el futuro. Dichos acontecimientos marcarían hitos importantes en la historia, de forma que las naciones pudieran conocerlo y reconocerlo como el Dios que declara “el fin desde el principio, y desde la antigüedad lo que no ha sido hecho. Yo digo: “Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré… En verdad he hablado, y ciertamente haré que suceda;

Lo he planeado, así lo haré”.
 (Isaías 46:10–11b). 

Te invito a descubrir algunos de estos eventos cruciales revelados por los profetas del Antiguo Testamento según vamos marcando las señales en el mapa del plan de Dios para Israel y su gente.

Un título de propiedad sobre la Tierra Prometida

Nuestro viaje comienza con Dios revelándose a un hombre que un día sería conocido como el padre de los judíos a través de una serie de promesas. Desde Abraham, Dios daría a luz a un pueblo para Sí mismo (Gen 12:2, Deut 7:6) —y a través de los descendientes de Abraham, de su relación con Dios, su historia, sus profetas y sus escritos, Dios se revelaría a todas las naciones. 

Dios también prometió la Tierra de Canaán desde el Nilo hasta el Éufrates a la descendencia de Abraham como herencia (Gen 13:14-17, 15:18), asegurando esta promesa a través de un pacto incondicional sostenido por Dios y no por el hombre (Gen. 26:2-3, 17:8-9).

Después, Dios le reveló a Abraham que sus descendientes serían esclavizados en Egipto, e incluso le detalló los 400 años de aflicción (Gen 15:13), seguidos de Su promesa de juicio sobre los egipcios, y la posterior liberación de Israel con grandes riquezas cuatro generaciones más tarde (Gen 15:14). Estas dos promesas se cumplieron hasta el último detalle.

Hasta los cuatro confines de la tierra

Cuarenta años después de la salida de Egipto, la nación que antes fue esclava estaba a punto de entrar en la Tierra Prometida. Aunque antes de entregar el liderazgo a Josué, Moisés profetizó sobre la rebelión y la adoración a los ídolos (Deut 32:15–21), ofensas que dieron lugar a un castigo de Dios descrito en Deuteronomio 28:64: “el Señor te dispersará entre todos los pueblos de un extremo de la tierra hasta el otro extremo de la tierra…”.

Desgraciadamente, la historia de Israel está marcada por un ciclo de infidelidad espiritual, castigo, arrepentimiento y restauración, que abarca desde la entrada de Israel a la Tierra Prometida hasta antes su renacimiento.  

Amós (5:27, 6:14 y 7:17) profetizó que el norte de Israel sería llevado al exilio, una profecía que se cumplió cuando Asiria conquistó Israel dispersando a su pueblo. Después vino la promesa del exilio del sur de Judá (Jer 16:13, 21:10), que se cumplió cuando Babilonia arrasó Jerusalén y el Primer Templo (tal y como Dios advirtió a Salomón en 2º de Crónicas 7:19-22). 

Pero Dios se mantuvo fiel, usando al rey persa Ciro como instrumento para el retorno de un remanente (Isaías 6:11–13, 48:20 y Esdrás 1) a la Tierra. El ciclo continuó cuando Jerusalén y el Templo fueron destruidos por segunda vez (Dan 9:26, Mat 24:2, Luc 19:43-44). El pueblo judío fue dispersado a los cuatro límites de la tierra (Lev 26:33-34, Eze 12:15), donde sufrirían la persecución y la opresión entre los gentiles (Lev. 26:36–39), cumpliendo así con siglos de sufrimiento.

(Photo Credit: lffany/pixabay.com)

Desde los cuatro confines de la tierra

Durante más de 2000 años, el pueblo judío se aferró a la convicción de que Aquel que los dispersó los traería de vuelta a su tierra ancestral. Su creencia se basa en algo más que la esperanza. A lo largo del Antiguo Testamento se describen más de 60 ocasiones en que Dios promete traer de vuelta a los descendientes de Abraham a la tierra que les prometió como herencia a través de un pacto incondicional (como podemos ver por ejemplo en Isaías 11:11-12, Eze 11:17, 36:24, Zac 10:9-10). 

Este regreso se inició a finales del siglo 19 cuando el pueblo judío comenzó a retornar—no desde un lugar concreto, sino desde “los cuatro confines de la tierra”. (Isa 11:12). 

Dios no solo prometió reunir a los dispersados, sino que también prometió el resurgimiento de Israel de forma maravillosa: “¿Es dado a luz un país en un solo día?

¿Nace una nación toda de una vez?” (Isa 66:8b). Y fiel a la Palabra de Dios, ocurrió en un solo día. La nota al pie de Isaías 66:8 en la versión de la Biblia Amplificada subraya la magnitud de este evento: “Jamás en la historia del mundo había ocurrido algo así—pero Dios mantiene Su Palabra”. 

De vuelta en casa para quedarse

El Salmo 121:4 presenta a Dios como el Guardián de Israel. A pesar de los numerosos esfuerzos por parte de sus enemigos, el pueblo judío pertenece a una de las únicas naciones que han sobrevivido desde los tiempos bíblicos. De una generación a otra, Israel es preservado. 

Fiel a Su Palabra, el Guardián de Israel ha prometido mantener la protección del pueblo judío después de su regreso a la Tierra (Zac 12). El estado moderno tenía apenas un día de existencia cuando la fuerza combinada de cinco ejércitos árabes lo atacó. Como la guerra estalló de forma inesperada, Israel no tenía ningún tipo de plan, tanques, ametralladoras, artillería ni vehículos armados —ya que estaba bajo un embargo internacional de armas. El ejército judío, formado por tropas improvisadas y ampliamente superadas en número, no tenía ninguna posibilidad contra la fuerza militar árabe bien equipada y entrenada, pero Dios demostró ser fiel. 

El Señor trajo al pueblo judío de regreso a su tierra para siempre (Joel 3:20, Amós 9:14-15) y ningún poder podría desalojarlos. Israel estaba en casa para quedarse.   

“Contra todo pronóstico” parece ser el modo de operar de Dios para la defensa de Israel. En la víspera de la Guerra de los Seis Días de 1967, el panorama para Israel era tan sombrío que los parques públicos fueron preparados como lugares de enterramiento masivo. Seis días después, el mundo quedó atónito. Los expertos militares no podían explicar la victoria de Israel “contra todo pronóstico”. Pero Moshe Dayan, el ministro de Defensa de Israel, lo sabía. La mañana después del triunfo de la guerra, Dayan colocó una nota en Muro Occidental  con la inscripción del Salmo 118:23: “Obra del Señor es esto; admirable a nuestros ojos.”

Israel posee el 0.2% del Medio Oriente. Está rodeado por 22 naciones árabes hostiles que son 640 veces más grandes en territorio y 60 veces más numerosas en población. ¿Cuál es el secreto de la supervivencia milagrosa de Israel? “Porque Yo, el Señor, no cambio; por eso ustedes, oh hijos de Jacob, no han sido consumidos”.(Mal 3:6). Dios es el Guardián de Israel; por lo tanto, Israel es preservado.

La lengua de sus padres

Los sabios dicen que el Todopoderoso usó el hebreo cuando habló y creó el mundo. Esta es también la lengua que usó José para revelarse a sus hermanos, en la que Moisés recibió los mandamientos de Dios, en la que Josué guio a Israel hasta la Tierra Prometida, en la que Samuel reprendió a Saúl, en la que Booz cortejó a Rut, y en la que David escribió sus salmos. Sin embargo, el exilio a Babilonia supuso la desaparición del idioma en el uso cotidiano, reduciéndolo a contextos litúrgicos y académicos.

A lo largo de la historia de la humanidad, los idiomas han ido y venido. Una vez que deja de usarse, la lengua se considera muerta o relegada a los archivos académicos. Nunca antes una lengua muerta había sido sacada del ámbito histórico y devuelta a la vida. Pero el hebreo no es simplemente un idioma más.

Hoy en día, más de nueve millones de personas hablan hebreo. Son nueve millones de voces que hablan de la fidelidad del Hacedor de Promesas de Israel. Lo que Él dice, se cumple.

De la desolación a la abundancia

Tras sus viajes por el Medio Oriente bajo el control otomano en 1867, el autor Mark Twain lamentó el estado de la Tierra Prometida, describiéndola como un páramo desolado que no ofrecía nada más que “desiertos despoblados” y “montículos oxidados de esterilidad”. 

Me pregunto de qué manera describiría Twain a Israel a día de hoy. ¿Hablaría de los exuberantes cultivos, los avances de los sistemas de riego por goteo y de la tecnología de invernadero? ¿Se quedaría asombrado ante la vasta extensión que antes era lamentable y que ahora está plagada de ciudades y comunidades? La tierra que Twain describió está tan alejada del Israel de hoy que uno podría preguntarse qué fue de aquella tierra en la que hasta el arbusto más resistente se negaba a florecer.

La respuesta es simple. Dios prometió que cuando los judíos regresaran a Israel, Él  “convertirá su desierto en Edén, y sus lugares desolados en huerto del Señor”; (Isa 51:3b). La tierra antes desolada “florecerá y brotará, y llenará el mundo entero de fruto” (Isa. 27:6b). Amós 9 y Ezequiel 36 hablan de viñedos, jardines y de sus frutos. Y la lista continúa. 

Los historiadores se refieren a la Tierra Prometida como un “milagro agrícola”. Milagroso, sí, pero sobre todo,  la prueba de un Dios fiel que cumple Sus promesas —de manera generosa, abundante y total.

(Photo Credit: Boris-B/shutterstock.com)

Prosperidad asombrosa

En las últimas dos décadas, Israel se ha transformado de lo que alguna vez The Economist describió como una “región atrasada semisocialista” a una potencia mundial de innovación y emprendimiento. Esta notable evolución sería impresionante para cualquier nación, incluso en las condiciones ideales. Sin embargo, el camino de Israel se ha desarrollado en circunstancias que han sido de todo menos ideales.

Los judíos regresaron a una tierra que había permanecido desolada durante 2000 años. El concepto de ciudad moderna era algo totalmente desconocido, y mucho menos existía ningún tipo de infraestructura como sistemas de educación o de salud. Israel no tenía un sistema económico funcional y los países vecinos no estaban precisamente dispuestos a entablar relaciones comerciales, aunque fueran mutuamente beneficiosas.

A pesar de las abrumadoras dificultades, Israel ha prosperado de manera asombrosa. Hoy, el Estado judío es considerado como líder mundial en innovación e I+D (investigación y desarrollo), así como uno de los mayores centros empresariales emergentes de tecnología.

La prosperidad de Israel “contra todo pronóstico” sigue desconcertando a los expertos, pero la explicación se encuentra en la fidelidad de Dios. “Me regocijaré en ellos haciéndoles bien…”  (Jer 32:41a). “Y multiplicaré el fruto de los árboles y el producto del campo…”(Ezeq 36: 30a). “Otra vez rebosarán Mis ciudades de bienes…” (Zac 1:17).  Tal como lo dice Su Palabra, así es.

(Photo Credit: Stock Holm/shutterstock.com)

Para Israel y para nosotros

Me maravilla que Dios nos haya elegido como la generación que está experimentando los días sobre los que profetizaron Moisés, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Zacarías y sus contemporáneos. Sin embargo, el mensaje que Dios transmite a través de Su fidelidad a la descendencia de Abraham, Isaac y Jacob también es profundamente personal e infinitamente reconfortante para cada uno de nosotros a nivel individual.

Escondida en la historia de un pueblo disperso y posteriormente restaurado, de una nación renacida y de un estado protegido, se encuentra la narrativa gloriosa del Dios Todopoderoso revelándonos Su carácter, Sus atributos y Su naturaleza. Al recorrer las antiguas profecías cumplidas en los tiempos modernos que se entrelazan con la historia de Israel, encontramos al Dios que se muestra fiel, digno de confianza y verdadero con Israel, por supuesto, pero también con nosotros.

A través de Israel y su pueblo, Dios se presenta como Aquel que ama intensamente, sin importar si somos dignos o merecedores de Su amor. Nos encontramos con un Dios dispuesto a pelear la batalla por nosotros, y con un Dios que, sin duda, es victorioso, por muy desfavorables que sean las circunstancias en nuestra contra. Nos encontramos con un Dios que cumple Sus promesas, en quien se puede confiar sabiendo que cumplirá Su Palabra, sin importar cuánto tarde en hacerlo o cuán improbable parezca su cumplimiento. Nos encontramos delante de un Dios que nunca olvida, que nunca se aparta, que nunca deja de amarnos y que nunca se rinde con nosotros. 

Él es el Dios que ha sostenido con firmeza en Sus manos las esperanzas, los sueños y las promesas de Israel, y que las ha cumplido fielmente. También es el Dios que sostiene todas nuestras esperanzas, sueños y promesas en Su mano. La historia de Israel demuestra que podemos dejarlo todo en Sus manos, manteniendo nuestros ojos puestos en Él mientras lleva a cabo Sus planes y propósitos con Israel, por supuesto, pero también con nosotros

Traducido por Ara Sainz – Voluntaria en Puentes para la Paz

Las citas bíblicas son tomadas de Nueva Biblia de las Américas ® Copyright (c) 2005 by the Lockman Foundation • Usadas con permiso. www.NBLH.org

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