En cuanto se intensificaron los combates con Jizbolá, empecé a buscar personas inspiradoras sobre las cuales informar. Es parte del trabajo de un periodista que vive en una zona de guerra.
Está el heroísmo evidente del personal de la Fuerza Aérea de Israel [FAI] y el de los equipos de Iron Dome que trabajan incansablemente para salvar vidas. Luego está la firmeza de los residentes de Safed y otras ciudades del norte, que se han mantenido en sus puestos a pesar de los frecuentes disparos de cohetes. Sin embargo, yo buscaba la valentía cotidiana que a menudo se pasa por alto.
En nuestro tranquilo barrio del norte de Jaifa, bajé al refugio antibombas municipal que de repente, parecía ser un café fuera de sitio. En la acera del búnker, la gente charlaba hasta la noche mientras comían semillas de girasol en mesas repletas de comida, bebida y ceniceros.
Esta escena comenzó a desarrollarse esta semana en Kiryat Haim tras la decisión del municipio de abrir los búnkeres; normalmente cerrados; en medio de una escalada de los combates con Jizbolá. Sus terroristas han atacado Jaifa con cohetes por primera vez en años, mientras Israel los persigue a ellos en cientos de ataques, en el Líbano.
Al menos una familia se ha mudado al refugio durante unos días. Como la mayoría de las casas de Jaifa, la de Moshe Aladi de 36 años, no tiene dentro de ella una zona protegida. Cuando suenan las sirenas de advertencia, Aladi y su esposa no pueden llegar al búnker con sus tres hijos pequeños dentro del margen de seguridad de 60 segundos.
“Así que decidimos acampar aquí por la noche, en lugar de despertarlos cada vez que hay una alarma”, dijo Aladi fuera del búnker donde dormían sus hijos, de entre 2 y 9 años. “Es un inconveniente temporal y menor hasta que las Fuerzas de Defensa de Israel acaben con ellos y les den lo que se merecen”, añadió, refiriéndose a Jizbolá.
La combinación de, determinación y cautela de Aladi, es típica de las 500,000 personas que viven en Jaifa y sus alrededores; donde hasta ahora el lanzamiento de cohetes ha herido a varias personas, pero no ha matado a ninguna. Cientos de personas han muerto en los ataques israelíes contra Jizbolá en el Líbano, según informes de los medios libaneses. Mientras miles de personas huyen de las ciudades libanesas, Jaifa no ha visto un movimiento significativo de población, según ha dicho el municipio.
La historia de una familia que se muda a un refugio antiaéreo puede ser identificable, pero no es representativa y no es exactamente la historia de guerra que yo estaba buscando. La búsqueda continuó en medio de alarmas de cohetes y de conectar a mis hijos con videoconferencias. Las escuelas han cerrado en gran medida en el norte de Israel desde el domingo, en favor del aprendizaje por Zoom y la excelencia escolar que este método es famoso por fomentar.
La escalada ha hecho poco para disminuir las tareas y complicaciones cotidianas. Mi padre, que vive en los Países Bajos, necesitaba ayuda para reservar un billete de avión a Atenas. Las primeras lluvias en Jaifa nos trajeron una gotera en el tejado.
Al igual que Aladi, mi mujer y yo también carecemos de un espacio a prueba de misiles; en el departamento que compramos aquí, poco después de emigrar a Israel desde los Países Bajos en 2021; con nuestros dos hijos, de 7 y 8 años.
Dos de nuestros vecinos nos han invitado a utilizar los refugios móviles que habían comprado y colocado en sus patios a principios de este año, después de que Jizbolá empezara a disparar cohetes a Israel, en solidaridad con Hamás. Su hospitalidad; típica de cómo los israelíes se unen en tiempos de crisis; es reconfortante. Pero si a ti, como a mí, te resulta incómodo compartir un ascensor, prueba un pequeño y sofocante refugio a las 4 de la mañana mientras llevas zapatos y prendas de vestir al azar.
Así que normalmente esperamos a que suenen las sirenas en un nicho sin ventanas que también funciona como nuestra oficina en casa. Al tener prohibido salir del nicho, los niños son presa fácil de los abrazos no deseados de los padres.
El lunes, llevé a mi hijo conmigo a una misión de reportaje en el Kiryon, uno de los centros comerciales más grandes y antiguos de Israel, horas después de que un cohete cayera a una milla de distancia, dañando varias casas e hiriendo a tres personas. El lugar estaba desierto, pero no por falta de posibles clientes interesados.
La dirección había limitado la capacidad del centro comercial a 100, lo que provocó largas colas en la entrada. Los guardias de seguridad pidieron a la multitud que hacía cola para entrar, que se dispersara porque congregarse al aire libre no era seguro. “Así es, ¡déjennos entrar de una vez al McDonald’s!”, respondió un hombre en hebreo con acento ruso, provocando risas.
Esta impermeabilidad al terrorismo que se ha desarrollado en el norte, a lo largo de décadas de vivir en la mira de Jizbolá; incluida la Segunda Guerra del Líbano de 2006; es un aspecto importante de la vida aquí, pensé. Pero ¿son los bocadillos de comida rápida el tipo de valor bajo fuego que estaba buscando?
Mi padre llamó desde el aeropuerto de Ámsterdam y me preguntó si le había reservado mi vuelo con una maleta, y si necesitaba el recibo para facturarla.
El martes hice los preparativos para visitar Safed, una ciudad del norte que está sufriendo muchos más misiles que Jaifa. Es notable, reflexioné; que mi esposa, una mujer judía laica que nació en Ámsterdam y se mudó conmigo a mi Israel natal, hace tres años por capricho; me haya dado permiso para recorrer zonas de combate.
Después de desesperarse por convencerme de que regresaramos a Holanda con los niños, mientras dure la guerra; ahora ha aceptado una situación que le desagrada profundamente y que entiende, sólo superficialmente como extranjera. Mientras espera que pasen las sirenas y los fuertes golpes de los misiles que se aproximan y que resuenan en el barrio, reanuda las rutinas de la vida y su exigente trabajo con una resiliencia inspiradora. Pero no se puede escribir el perfil de la esposa de uno en un artículo de periódico.
Mientras tanto, el viaje a Safed se pospuso. El miércoles tuve que viajar al sur para el primer aniversario de la ofensiva del 7 de octubre de Hamás, en la que murieron o fueron asesinados unos 1,200 israelíes y otros 251 fueron secuestrados, lo que desencadenó la actual guerra regional que acaba de intensificarse en el norte.
Es una historia importante, pero no me ayudará a informar sobre cómo les va a los israelíes en el norte.
Vi que durante una sirena había perdido una llamada de mi padre. Nació en Polonia e hizo aliá [inmigración] a Israel cuando tenía 10 años. En los años 90, se fue a los Países Bajos. Hace poco, regresó y se instaló en el kibutz Eilon, cerca de la frontera con el Líbano. Tuvo que irse poco antes de la escalada porque su esposa en Ámsterdam enfermó.
“Estoy aquí, el águila calva ha aterrizado”, escribió mi padre, cuya madre fue una sobreviviente de Auschwitz y que ha luchado en tres guerras como soldado israelí. Desde Atenas, voló a Israel. Dormirá en casa de su hermana, mi tía, en Samaria durante una o dos noches, dijo.
Al igual que los demás que se quedaron, mi padre critica la evacuación del norte, en la que unas 60,000 personas se mudaron de las comunidades adyacentes a la frontera. Cree que es un error estratégico.
“Soy demasiado viejo para huir”, dijo sobre la perspectiva de dejar Eilon, “pero demasiado joven para quedarme en un lugar en el que realmente no quiero estar”, agregó, refiriéndose a Europa. Luego me preguntó: “¿Y tú? ¿Cómo está la familia, el trabajo? ¿Ya encontraste a tu héroe inspirador de la guerra?”.
Publicado el 26 de septiembre de 2024
Publicado en septiembre 28, 2024
Fotografía por: Canaan Lidor/jns.org
Todos los logotipos y marcas registradas en este sitio pertenecen a sus respectivos propietarios. Todos los demás materiales son propiedad de Puentes por la Paz. Copyright © 2024.
Website Site Design by J-Town Internet Services Ltd. - Based in Jerusalem and Serving the World.