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Corazones en Unísono con Dios

por: Cheryl L. Hauer, Directora de Desarrollo Internacional

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K.DeGagne/bridgesforpeace.com

¿Ha conocido usted a alguien que no le guste cantar? Es posible, pero no es muy común. La vasta mayoría de personas disfruta cantar, ya sea frente a un grupo o frente a un espejo, ya sea en un coro o en el baño. Cantamos en el auto, cantamos mientras trabajamos, cantamos a voz baja cuando estamos solos o en acompañamiento de otros. Para la mayoría de los seres humanos, el emitir música con nuestras voces, estemos afinados o no, es tan natural como el respirar. La pregunta es: “¿Por qué?”

No nos debe sorprender que encontremos la respuesta a esa pregunta, como la de muchas otras, en las Escrituras. Porque tendemos a pensar que la Biblia es un libro de reglas, una guía para saber cómo vivir o un documento teológico, a menudo olvidamos que está repleta de referencias a hacer melodía con nuestras cuerdas vocales. Cuando comparamos este tema con otros que quizás consideremos más espiritualmente significativos, la importancia del canto se hace verdaderamente clara. Dependiendo de la traducción usada, la palabra “pecado,” que es tan importante, aparece en la Biblia como 390 veces, “amor” es mencionado como 348 veces y el importante mandamiento de “no temer” aparece 365 veces. Sin embargo, cantar aparece sobre 400 veces, y 50 de las menciones son mandamientos directos al lector para que eleve su voz y cante.

La Vida Judía está Rodeada de Canción

K.DeGagne/bridgesforpeace.com

Una de las muchas semejanzas entre el cristianismo y el judaísmo es el uso del cántico en la adoración y alabanza. Hasta que no había vivido en Israel por unos años, no me había percatado de cuán importante es la canción en la religión y cultura judía. Si usted ha visitado un hogar judío durante su cena de víspera del sábado, o Erev Shabat, sabrá que el sábado lo reciben con muchas canciones. También cantan varias oraciones y bendiciones. En cada cena festiva, desde Pésaj hasta Jánuca, las familias se reúnen para regocijarse en el Señor y reconocer Su bondad por medio del cántico. Dentro del judaísmo ortodoxo, la oración es parte integral de cada día, y muchas de sus oraciones son cantadas. Su libro de oración es esencialmente un libro de cánticos.

Recuerdo la visita que hicimos una vez a una escuela elemental donde Puentes para la Paz ayuda con su Programa de Niños Escolares. Nos informaron que visitaríamos a un salón de clase donde los niños aprendían las Escrituras. ¡Imagínese nuestro asombro y felicidad cuando entramos a un salón lleno de canción! Con rostros luminosos, nos cantaron la porción de la Torá de esa semana, verso tras verso.

A medida que uno anda por las calles de Jerusalén, puede captar cómo el cántico literalmente permea la cultura. Miles de israelíes llenan las calles en días especiales como Día de Jerusalén y Día de Independencia con danzas y cánticos de alabanza y gratitud por el regalo de la nación que Dios les ha dado. Cada día, se escuchan músicos tocando en las calles y los mercados, himnos emitiendo desde iglesias cristianas, niños cantando en los parques y, como en todo país, música popular en restaurantes y tiendas, todo mezclándose en el aire como una armoniosa orquesta. Es asombroso descubrir que mucha de la letra en sus canciones populares son palabras de alabanza al Dios de Abraham, Isaac y Jacob.

Reflejando Quiénes Somos

Celebrando Día de Jerusalén (Foto: S.Burdick/bridgesforpeace.com)

La letra de esas canciones revela algo del corazón judío y su énfasis central en el Dios de Israel. De hecho, en manera general, la música que cada uno canta refleja quiénes somos. Refleja nuestros valores y nuestras experiencias, revela lo que nos hacer reír o llorar, y expresa lo que nos conmueve el corazón. Frecuentemente, las canciones narran nuestras historias personales o las historias de nuestra nación y cultura. Canciones pueden articular cosas que valoramos en una manera que las palabras simples no lo pueden hacer. La canción expresa nuestros pensamientos y sentimientos, y también tiene mucho poder para enseñar. Muchos cristianos dan crédito a los himnarios por gran parte de la teología que han aprendido.

En adición, las canciones tienen el poder para unificar. Los himnos nacionales nos unen como nación. Una doxología nos une como denominación. Incluso, el pueblo judío canta las mismas canciones, bendiciones y textos bíblicos que ha cantado desde hace milenios. Esas canciones los han unido como comunidad de fe en todas partes del mundo, a pesar de la dispersión, opresión, persecución y antisemitismo.

El Poder de una Canción

Terapia Musical (Foto: Image Point Fr/shutterstock.com)

En recién pasadas décadas, se han realizado varios estudios sobre el poder de la canción, revelando unos resultados asombrosos. Estudios sobre personas que habían sufrido un derrame cerebral en que ni siquiera podían pronunciar una oración de tres palabras revelan que ellos podían cantar de tal manera que parecían perfectamente normales. Otros estudios indican que la canción puede ayudar grandemente a niños con autismo. Jóvenes que usualmente no hacen contacto visual con otras personas ni levantan la cabeza son transformados cuando cantan. Parados derechos y con toda seguridad, pueden mirar al mundo y cantar con fuerza e intención.

Otros estudios han revelado que el cantar es beneficioso a pacientes con la condición de Alzheimer. El investigador Dr. A. D. Patel dice: “La música provee un modo de alcanzar regiones en el cerebro para despertar memorias cuando el lenguaje no lo puede hacer.” Los científicos lo denominan “memoria musical,” cuando el cerebro humano tiene la asombrosa habilidad de permanecer activo y recordar canciones aprendidas en la niñez, aunque toda otra función haya fallado. Muchos de nosotros todavía recordamos versos bíblicos que aprendimos acompañados de música.

Quizás Moisés tenía en mente ese principio cuando enseñó a los israelitas su canción, registrada en Deuteronomio 31 y 32. A menudo se considera como su despedida antes de morir, pero era imperativo que el pueblo absorbiera y recordara cada importante detalle que les decía. Moisés no estaría con ellos al entrar en la Tierra Prometida, y todas las promesas, advertencias e instrucciones que les impartía eran críticas para su éxito. Deuteronomio 31:21 dice que les enseñó su canción, quizás reconociendo que era la mejor manera de que nunca la olvidaran.

Las investigaciones también han revelado que todos los elementos en el mundo tienen su propia canción. Objetos inanimados, cuando se estudia su nivel molecular, tienen un patrón específico de vibración, o canción, que los distingue. Las rocas, los árboles, las flores, y hasta su propio escritorio de oficina tiene una canción. Sin embargo, solamente el ser humano tiene la capacidad de crear su propia canción.

En fin, muchos expertos creen que la canción era el idioma original de la humanidad. Antes del idioma hablado, ellos dicen que el hombre se comunicaba por cántico.

Nuestro Dios es Cantante

ESB Professional/shutterstock.com

Nada de eso nos debe extrañar, ya que el texto bíblico dice claramente que el Dios que creó todas las cosas, ¡es apasionado con la música! En el Salmo 96, Dios nos dice que toda la tierra cante al Señor: Canten al SEÑOR, bendigan Su nombre; proclamen de día en día las buenas nuevas de Su salvación. Cuenten Su gloria entre las naciones, Sus maravillas entre todos los pueblos” (vs. 2-3). El Salmo 47:6-7 nos dice: “Canten alabanzas a Dios, canten alabanzas; canten alabanzas a nuestro Rey, canten alabanzas. Porque Dios es Rey de toda la tierra; canten alabanzas con armonioso salmo.” Esos son sólo cuatro de entre docenas de versos en el libro de los Salmos que específicamente ordenan al pueblo de Dios que cante.

En las epístolas, encontramos instrucciones similares. Efesios 5:19 y Colosenses 3:16 animan a los creyentes para que canten salmos e himnos y canciones espirituales entre sí. Sofonías 3:17 dice que Dios mismo canta, y que se regocija en amor sobre Su pueblo con “cantos de júbilo.” También hay referencias en los evangelios de que Yeshúa (Jesús) levantó Su voz en cántico (Mateo 26:30; Marcos 14:26). Los Escritos de los Apóstoles nos dicen que si estamos llenos del Espíritu de Dios, cantaremos melodías en nuestros corazones a Él (Ef. 5:19b).

Sin embargo, no todas las canciones expresan alegría y victoria espiritual. Muchos salmos expresan profunda angustia del alma, clamando a Dios para que los libre del mal o del dolor. Incluso, algunos son un reto a Dios, preguntándole por qué ha abandonado a Sus hijos, o hasta cuándo permitirá que sufran. David gime ante el Señor: “Mi alma también está muy angustiada; y Tú, oh SEÑOR, ¿hasta cuándo?” (Sal. 6:3). Nuestro Dios desea tener comunicación con Sus hijos y nos invita a alabarle, pero también anhela que le presentemos nuestras angustias y desilusiones.

¡Cantemos al Señor!

Claramente, la tradición de cantar salmos a Dios tiene sus raíces en la Palabra de Dios, y ha sido parte de Su relación con la humanidad por varios milenios. Los profetas y poetas del antiguo Israel celebraban con canciones de gozo y victoria, pero también expresaban su sufrimiento con canciones de llanto y lamento. El pueblo de Dios animó a generaciones venideras para que siempre canten sobre la misericordia de Dios.

Con la llegada del cristianismo, la tradición hebrea se hizo parte de nuestra propia herencia, dando forma a la adoración cristiana. Desde los antiguos tiempos de Agustín, Martín Lutero, Juan Wesley y Jonatán Edwards hasta los modernos líderes de adoración, cánticos de alabanza a Dios han sido centrales a la experiencia cristiana. Juan Wesley dijo: “Canten con ánimo al Señor. Eviten cantar como si estuviesen medio muertos o medio dormidos. ¡Levanten la voz con fuerza!”

Los Diez Shirot

Robyn Mackenzie/James Steidl/Nagib/shutterstock.com

La importancia que ocupa el cántico en el judaísmo es bellamente ilustrado por medio de una tradición de Diez Shirot, o Diez Canciones. Los rabinos opinan que estas canciones no son simples melodías, sino que son canciones escritas que recuentan la historia del pueblo judío en perfecta armonía con toda la creación, y fueron compuestas para honrar al Señor del Universo.

La primera se titula: “Cántico para el Shabat,” y es el Salmo 92. La tradición judía dice que esta fue cantada originalmente por Adán el día en que Dios completó la creación.

La segunda se llama “Shirat Ha-Yam,” o “Canción del Mar.” Se encuentra en Éxodo 14:30 hasta 15:19, cantado por los hebreos luego de ser liberados de Egipto y de la amenaza de destrucción por parte del faraón y sus ejércitos. Fue una expresión espontánea de gozo al reconocer que Su Dios había guardado Sus promesas y les había dado libertad.

La tercera canción es el “Cántico del Pozo.” En Números 21:16-18, leemos que Dios ordenó a Moisés que reuniera al pueblo para darles agua. “Entonces cantó Israel este cántico: ‘¡Salta, oh pozo! A él canten…’”

El cuarto cántico es el capítulo 32 del libro de Deuteronomio, el “Cántico de Moisés.” Escrito por Moisés, leemos allí su despedida ante los israelitas previo a su muerte. Como no podía acompañarlos a la Tierra Prometida, fue necesario impartir las instrucciones de Dios a esa generación, la primera en nacer libre luego de 400 años de cautiverio. Moisés enseñó esa canción al pueblo, relatando la historia con palabras de esperanza para que las aprendieran y las transmitieran a cada generación subsiguiente.

La quinta canción narra la increíble historia de la conquista de Canaán bajo el liderato de Josué, según la leemos en Josué 10. Dios escuchó la oración de Josué y le respondió, haciendo que el sol se quedara quieto. Ese milagro permitió que los ejércitos de Josué vencieran a las fuerzas cananeas y tomaran la Tierra, para luego distribuirla entre las tribus de Israel y establecer su santuario en Silo.

La sexta canción es la “Canción de Débora,” cantada por la profetiza misma. La encontramos en Jueces 4:4 hasta 5:31, donde relata la derrota de los ejércitos cananeos, esta vez bajo el liderato de Sísara. Débora canta en torno a Jael, una mujer hebrea que mató a Sísara y aseguró la victoria de Israel en la batalla, dejando a los ejércitos cananeos sin líder (Jueces 5:24-27).

El próximo cántico es el de Ana, hallado en 1 Samuel 2:1-10. Atravesando profunda angustia debido a su infertilidad, Ana oró a Dios por un hijo, confesando su dolor y su humillación, y rogó por una intervención misericordiosa del Señor en medio de sus circunstancias. Dios la escuchó y la bendijo con un hijo, Samuel, una de las figuras más destacadas en la historia judía.

La octava canción se conoce como “Shirat David,” o el “Cántico de David.” Se encuentra en 2 Samuel 22, y es repetido en el Salmo 18. Es un increíble cántico de alabanza y una declaración de fe en el poder y la fidelidad de Dios mientras David repasa los eventos de su vida. David describe las situaciones desesperantes que atravesó durante su larga y variada carrera, y dedica la canción a Dios en gratitud por su vida.

El libro completo de “Cantar de los Cantares” representa la novena canción, también conocida como “Shir HaShirim” en hebreo, o también la “Canción de Salomón.” Es uno de los más bellos ejemplos de poesía hebrea jamás escrita, y es apreciada tanto por judíos y cristianos. También es uno de los cinco megilot (rollos), y se canta cada año durante la Pascua judía. Es considerada como una alegoría de la relación entre Dios e Israel, usando el ejemplo de la relación amorosa entre un hombre y una mujer.

El décimo cántico es una nueva canción, o la canción que se habrá de cantar en el futuro. Se llama el “Cántico del Mesías,” y estará en los labios del pueblo de Dios cuando aparezca el Mesías sobre la tierra. Se menciona en Isaías 9:2-7 y 26:1, y se cantará cuando la tierra pasará de esta realidad a un reino eterno.

Para muchos cristianos, este cántico nos recuerda al libro de Apocalipsis, cuando leemos sobre futuros eventos y la venida del Mesías. Vemos 27 canciones en el libro de Apocalipsis, dos de los más importantes en el capítulo 15. Aquí encontramos a los que ya tuvieron victoria sobre los enemigos de Dios y están parados sobre del mar de cristal. Nos dice que ellos cantaban el “Cántico de Moisés” y el “Cántico del Cordero” (Apoc. 15:3). Tristemente, la Iglesia tradicional ha interpretado que eso evidencia que el cristianismo ha suplantado al judaísmo, porque habla de dos canciones separadas.

Yo propongo que no son dos canciones separadas, sino una sola. Quizás Dios nos envía un importante mensaje de que ambos cánticos de Moisés y del Cordero son Su misma canción, en la que Su pueblo exclamará, como ha exclamado desde tiempos antiguos: “¡El enemigo ha sido vencido y somos redimidos! Y nuestra redención ha sido posible sólo por el increíble poder y la misericordia de nuestro Gran Dios.”

Y Cantamos Porque…

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Tenemos muchas razones por cantar. Cantamos cuando nos sentimos felices y cuando nos sentimos tristes; cuando experimentamos victoria y cuando sufrimos derrota. Cantamos cuando nos sentimos aprisionados por la tentación y cuando nos sentimos repletos de gozo. Cantamos en obediencia a las instrucciones apasionadas de Dios de que levantemos nuestras voces en adoración. Cantamos para elevar nuestro propio espíritu y animar a los demás que nos rodean. Cantamos como un arma espiritual y para ser fortalecidos en medio de las pruebas. Cantamos como un medio para sentir gozo y ciertamente para glorificar a Dios. Como dice ese antiguo himno: “Cantamos porque no podemos estar callados…”

Pero yo pienso que tenemos otra razón, y es la fisiológica. Los científicos han hecho otros estudios que nos ayudan a entender el efecto físico del cántico. Han descubierto que cantar tiene efectos beneficiosos sobre el cuerpo porque estimula la producción de endorfinas, hormonas que reducen la ansiedad y nos hacen sentir contentos y felices. También aumenta la producción de oxitocina, otra hormona que reduce la sensación de soledad y depresión, aumentando la sensación de seguridad y vinculación. También han descubierto que regula el ritmo cardiaco.

Además, estudios han revelado que todos esos beneficios son ampliados cuando cantamos en grupo. Se hicieron estudios con miembros de un coro usando monitores cardiacos. Antes de que comenzaran a cantar, los ritmos cardiacos variaban grandemente según la salud individual de los miembros y otros factores. No obstante, una vez que comenzaban a cantar, los ritmos cardiacos comenzaron a regularse a medida que se sincronizaban las voces. Sus corazones comenzaron a latir en unísono, siguiendo la velocidad de su respiración. Los ritmos cardiacos fueron directamente afectados por la melodía de la música, y los pulsos latían al mismo ritmo mientras cantaban unidos.

Algunos médicos recomiendan a sus pacientes que canten en coros por razones terapéuticas, y expertos han decidido que lo más saludable para la persona es unirse a un coro.

Ahora, consideremos que la gran mayoría de los sobre 400 versos bíblicos que hablan del cántico se refieren al cántico grupal. La mayoría no habla sobre encerrarnos en una habitación para elevar nuestra voz solitaria al Señor, aunque eso no es malo. Brevard Childs, un profesor del Antiguo Testamento en la Universidad de Yale dijo:

“…los Salmos fueron compuestos para la adoración pública en el santuario. El rey Ezequías confirmó ese punto cuando revivió la verdadera adoración de Dios y requirió que se cantaran alabanzas “con las palabras de David y del vidente Asaf” (2 Crón. 29:30). Lo hizo “conforme al mandamiento de David y de Gad, el vidente del rey, y del profeta Natán. Porque el mandamiento procedía del SEÑOR por medio de Sus profetas” (2 Crón. 29:25).”

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“Por lo tanto, los Salmos fueron escritos y transmitidos, no principalmente para la adoración privada, sino para la adoración pública. Como indicó el historiador Philip Schaff, ‘El Salterio es el primer himnario de la iglesia, y sobrevivirá cualquier otro himnario.’”

Y no se trata meramente de los Salmos. Moisés, Ezequías, Josafat, Esdras, Nehemías, Pablo, Pedro, Santiago y muchos otros líderes bíblicos comprendieron la importancia de la adoración corporativa. Considere uno de las últimas actividades de Yeshúa antes de subir al Jardín de Getsemaní con Sus discípulos en preparación para el increíblemente difícil momento que les esperaba: “Y después de cantar un himno, salieron hacia el Monte de los Olivos” (Mat. 26:30).

Dios desea la unidad con nosotros. Desea que nuestros corazones latan en unísono con el Suyo. Sin unidad entre nosotros, eso no ocurrirá, así que nos ordenó que cantáramos juntos. Programó nuestros cuerpos para que respondamos con una sensación de seguridad, vinculación, unidad y sincronía al nivel más profundo. Cada vez que elevamos nuestras voces en alabanza a Dios, creamos un bello triángulo de unidad. Nuestro corazón, unido al de nuestros hermanos, laten en unidad con Él, así como una cuerda de tres hilos que no se rompe fácilmente (Ecl. 4:12). El Creador del Universo nos ha formado para que cantemos. Y por eso, cantamos… en el baño, en el auto, en el supermercado… Pero sobre todo, cantamos juntos como congregación de Dios.

 

Traducido por Teri S. Riddering,
Coordinadora Centro de Recursos Hispanos

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